Mallorca Fantástica
IIª Edición
IIª Edición
Conferencia
Vilafranca de Bonany 20-21-22 Noviembre 2009
Sábado 21, Casal d´entitats socials de Vilafranca de Bonany. 17h.
Vilafranca de Bonany 20-21-22 Noviembre 2009
Sábado 21, Casal d´entitats socials de Vilafranca de Bonany. 17h.
(Una breve proximación al conocimiento del proceso de transformación, de algunas antiguas divinidades europeas, en seres fantásticos, a través del simbolismo y la etimología teonímica)
Buenas tardes a todos; en primer lugar quería expresar mi agradecimiento al Comité Organizador, y muy especialmente a Joana Pol, por haberme invitado de nuevo, a esta segunda edición del Festival de Mallorca Fantástica, y a todos Vds. por su asistencia a una charla, cuyo título pudiera parecer, en principio, algo desconcertante o estrambótico, esta última palabra, no en su sentido original de ‘versos satíricos o de escarnio’, sino en el sentido, más popular y actual, de irregular, poco habitual, e incluso extravagante o burlesco. [1]
Pero no conviene dejarse guiar por las apariencias, pues es frecuente que bajo aspectos raros, o extraños, subyazca una realidad histórica oculta, que se ha ido deformando y transformando, por el lento paso de los siglos y las culturas; este es el caso de algunos seres actuales de nuestro imaginario fantástico, como puedan ser los ogros, las sirenas, determinadas procesiones de almas en pena, santos de dudosa filiación, o seres del más allá, que con sus sobrenaturales poderes, aterrorizan o consuelan, a algunos seres del más acá.
Es el caso, por ejemplo, de los Ogros, unas gigantescas criaturas fantásticas, de aspecto humanoide y horrendo, de carácter fiero y cruel, que comen carne humana, especialmente niños; poseen escasa inteligencia y suelen habitar en selvas, bajo tierra o en lujosos castillos, llenos de riquezas.
Su iconografía los presenta con una gran cabeza, pelo hirsuto, grueso y rígido; barba abundante, colmillos de jabalí y orejas de cerdo, abultada panza y cuerpo fornido. ¿Quién no conoce, tras la invasión mediática y comercial de la industria norteamericana, al famoso Shrek, por no hablar de otras series de dibujos animados como Digimon, o de muchos de los modernos juegos de rol para ordenadores: Dungeons & Dragons, Warhammer Fantasy, etc. En los países escandinavos no emplean la palabra ‘ogro’, pero después de Harry Potter, la palabra ‘troll’ ha ido ganando terreno.
La voz castellana ‘ogro’, procede del francés, en donde la hallamos ya documentada en el siglo XIV,[2] derivada a su vez, del antiguo francés ‘orc’, similar a la italiana ‘orco’ (En italiano el ‘orco’ es el coco, el bu).
Sobre su etimología, algunos autores han señalado la posibilidad de que el origen de esta palabra, se halle en los antiguos pueblos ‘ongri’ o ‘un–gur’, nombre relacionado con el exónimo latino ‘hungarus’, es decir con el gentilicio de los húngaros o magiares, que durante la Edad Media, aterrorizaron a Europa, con sus sanguinarios saqueos y pillajes; dejando un potente recuerdo, los fieros y crueles actos, de estos personajes históricos.
Pero donde realmente, la palabra adquiere todo su protagonismo, es en el paralelismo evidente que mantiene, con la antigua divinidad Orcus u Orco, no sólo por la similitud fonético-ortográfica, sino por las semejanzas iconográficas, así como las características y funcionalidad específica, de este dios de los infiernos y de los muertos.
Orcus, era el nombre que empleaban los antiguos romanos, para designar a un ancestral dios galo del inframundo. En muchas tumbas etruscas, está representado en pinturas, como un ‘peludo y barbudo gigante’; ya en la mitología romana de época clásica, es uno de los nombres alternativos de Plutón o Hades, el guardián de los infiernos, poseedor de todas las riquezas de la tierra; de una crueldad sin par y que se alimentaba de carne humana. Robert Graves, tan vinculado al pueblo de Deiá, consideraba, en su obra ‘La diosa blanca’ que Orcus era una masculinización de la diosa griega ‘Forcis’, representada muchas veces bajo el aspecto de una cerda. Los cerdos, en la tradición clásica y simbólica, son animales asociados a los mundos subterráneos, especialmente en las antiguas mitologías europeas, y es probable que el nombre latino del cerdo: ‘porcus’, tenga el mismo origen que ‘Orcus’ y ‘Forcis’. El dios Mercurio tenía como epíteto ‘moccus’, cerdo salvaje. En la Edad Media el cerdo se identificaba con el demonio. El ‘orco’ o el ‘hades’ era también, el fin del mundo habitado, que se hallaba donde el sol se pone, el mundo subterráneo e infernal de las tinieblas, el mundo de ultratumba en definitiva.
Como hemos visto someramente, el inframundo, las riquezas, el gigantismo, los colmillos y orejas de cerdo o jabalí, el comer carne humana, la crueldad, la abundante pelambrera y una cierta barbarie o torpeza, junto con la conexión etimológica, posibilitan esta relación entre el antiguo dios Orco y el fantástico y popular Ogro.
Ah¡¡ y se me olvidaba, los ogros existen, y si no lo creen, esperen a estar en un atasco automovilístico o pedir un favor a algún vecino que ha tenido un mal día; la insociabilidad y el mal carácter de muchas personas, nos lo recuerdan a cada momento.
Otros personajes peculiares del mundo fantástico son las sirenas, una especie de ninfa marina, mitad mujer y mitad animal. Son muchos los enigmas que rodean a este extraño ser; en primer lugar su propia forma, esa imagen tradicional que nos ha llegado hasta nuestros días; un ser anfibio, de larga cabellera rubia, sentada y peinándose en alguna roca costera, con su larga cola de pez, y atrayendo con sus cantos y silbidos a los navegantes.
A veces se la representa en pareja o en triada, también figura, en muchas ocasiones, con cuerpo de ave, pues existe documentación iconográfica clásica abundante: busto de mujer y cuerpo de ave, con alas y uñas. San Isidoro, en sus ‘Etimologías’ dice: “A las sirenas, que eran tres, se las imagina con un cuerpo, mitad doncella, mitad pájaro, dotadas de alas y uñas”. Todo nos recuerda a las ‘hárpya’ griegas, palabra que significa, literalmente: ‘arrebatadoras’; eran unos seres fabulosos, crueles y sucios, con cuerpo de rapaz y rostro de mujer, hijas de Poseidón y habitantes de las islas Estrofades, en el mar Jónico. Eran una especie de ‘furias’ desatadas de los elementos, y de ellas se valían los dioses, para castigar a los mortales, a los que raptaban y sumían en los infiernos.
Parece ser que en el siglo VI la confusión entre ‘tritones’ y ‘sirenas’ hizo a estas últimas, poseedoras de una cola que antes no tenían. Aunque el tema no está cerrado ya que otros investigadores, sitúan el origen de estos seres, en representaciones distintas, como la clásica Escila, de la Odisea de Homero, bellísima virgen con una potente cola de pez; además de otras múltiples representaciones de sirenas como ‘mujer-pez’ que hallamos en el ámbito romano, entre los siglos II y I a de C.
Estas sirenas, a veces, incluso poseen dos colas y poderes extraños; ya que según algunos autores, embaucaban a los navegantes para chuparles su sangre o comérselos [3] . Las fuentes literarias de la Alta Edad Media mencionan tanto a sirenas-pez como sirenas-ave,[4] siempre criaturas de fatal encanto, que fueron asociadas por la iglesia a las tentaciones terrestres del pecado de la carne, que el cristiano debía resistir; simbolizando, su medio cuerpo animal, lo inferior y lo negativo, el instinto perturbador del espíritu.[5] A partir del siglo XIII, la sirena pisciforme, fue el modelo iconográfico más utilizado, para servir a los fines alegóricos de la Iglesia, siendo sus silbidos y cantos embelesadores, sustituidos por algún instrumento musical. Hoy en día sólo las sirenas, de algunos vehículos de utilidad pública: coches de bomberos, de policía o ambulancias, nos recuerdan aquel lejano y mortífero silbido embriagador. Aunque, en ocasiones, algunos comerciales aduladores, también nos quieran hacer oír ‘cantos de sirena’.
Sobre la etimología de estos elementales de las aguas, se ha dicho que su nombre procede del griego ‘seirén’ que significa ‘la que atrae, la que apresa’; de ahí pasó al latín, como ‘siren – sirenis’ y al latín tardío como ‘sirena’, recogiéndose ya en castellano, en el siglo XV. Pero el nombre no tiene, tampoco, una etimología segura. Hay autores que lo hacen provenir de la palabra púnica ‘Sir’ que significa ‘canto’ o del vocablo semítico ‘seiren’, ‘hembra que fascina con sus cantos’; aunque también se ha apuntado hacía la voz griega ‘seira’ que significa ‘cadena’, ‘lazo’ y con el verbo ‘seirazein’: ‘atar con una cuerda’. Personalmente, creo es muy fuerte el nexo de relación, con los genios de las aguas, de las mitologías indoeuropeas, como las ‘nagas’ o “mujeres/serpiente” de la India, las janas y lamias de Occidente, que derivaron en las famosas “damas de los lagos” o “donas d´aigua”, etc. En cuanto a la etimología, no deberíamos desechar a la gran divinidad pan céltica y Ligur: ‘Sironna’, señora de las aguas y del Otro Mundo subterráneo, diosa de las serpientes, manifestación evidente de las corrientes de agua, y cuyas lápidas votivas e imágenes, aparecen cerca de fuentes, manantiales, ríos, arroyos, y aguas en general, que a ella estaban consagradas y a las que a menudo daba nombre. Teónimo antiquísimo, que se encuentra ampliamente representado en todas las antiguas culturas, desde Palestina al Occidente.[6] Como esta diosa serpiente de la antigua Creta.
Pero los seres fantásticos, aparecen a menudo en forma de pequeños colectivos, como es el caso de la ‘santa compaña’,[7] tan popular en tierras gallegas y conocida en otros ámbitos de nuestra geografía hispana con diversos nombres: el ‘corteju de genti de muerti’ en las Hurdes y Extremadura, la ‘hueste de las ánimas’ en León, la ‘Güestia’ o ‘Estantigua’ en Asturias, la ‘hueste antigua’ en Castilla, la ‘estadea’ en Zamora, etc.
Estamos hablando de un fantasma o más frecuentemente, de un grupo de fantasmas, “almas que pasan, formando una temible multitud” [8]que se aparecen, por la noche, en procesión, a la vista de algunas personas[9], su visión, siempre produce pavor, espanto y pánico, ya que anuncian una muerte próxima; caminan alumbrándose, con huesos de muertos o cirios. Pero también son unos feroces jinetes fantasmales, que causan el pánico, de madrugada, por allí donde pasan.
Respecto a la etimología de este curioso nombre: ‘estantigua’ o ‘güestia antigua’, se quiso suponer, por parte de algunos sectores eclesiásticos, que tenía relación con ‘hostis antiquus’: el ‘enemigo antiguo’ es decir, el diablo y sus apariciones fantasmales nocturnas; cuando, en realidad, está bien comprobado, que la palabra procede de ‘hostis antigua’, es decir: ‘ejército antiguo’. Parece ser pues que el adjetivo ‘antigua’ debió venirle a la ‘huestia’ o ‘huestes’ por serlo efectivamente.[10]
Pero ¿de que ejércitos o huestes, estamos hablando?
Pues esta hueste infernal, no es otra que la ‘jauría de Wotan y sus Valquirias’.[11]
Wotan u Odín era el furioso dios de la guerra de los germanos y los nórdicos, que acompañado por sus deidades, las valquirias, recogían a los elegidos muertos en combate; esos guerreros eran llamados por su fiereza, ‘hombres lobo’ o ‘vestidos de oso’, porque entraban en batalla poseídos de un éxtasis furioso, y eran llevados por las valquirias – eso significa su nombre: ‘la que elige a los caídos en la batalla’- a la cabalgada o caza salvaje de Wotan, una corte de almas en pena, envueltas el lívidas llamas multicolores.[12], que con un estrépito infernal, eran obligados a galopar, con sus caballos relinchando furiosamente y sus perros aullando, hasta la consumación de los siglos, y su entrada en el Walhalla o paraíso.
Este ejército mitológico vagaba por los aires, pero en particular, los días primero y último de cada año bajaba a la tierra.[13] El triunfo del cristianismo convirtió en potencia tenebrosa, a su líder de almas en pena, asimilándolo al diablo, y haciendo de él, en ocasiones un auténtico “cazador maldito”, un ‘venator infernalis’, solitario y errante o acompañado de su fantasmal tropa.[14]
Otro personaje fantástico, muy peculiar, junto con su contexto infernal, es la figura del diablo cristiano.
Después de películas como ‘El exorcista’ (1973), ‘La profecía’ (1976), ‘Corazón satánico’ (1987), con un magnífico Robert de Niro, el ‘Abogado del diablo’ (1997) con Al Pacino, o ‘El día de la bestia’ (1995) del, también colaborador de Mallorca Fantástica, Alex de la Iglesia; queda claro que todavía, en pleno siglo XX, el diablo está asociado al temor y al miedo en Occidente. Temor a las represalias de las fuerzas religiosas oficiales, temor a la oscuridad, a las tentaciones, al más allá y a la situación personal tras la muerte, temor a lo desconocido, temor atávico en definitiva, que aunque la mayoría de las veces no obedezca a un motivo concreto, está presente en nuestro subconsciente. La realidad es que el temor al diablo sigue presente y muy vivo, en las fantasías y en los terrores personales de la imaginación popular.[15]
Los orígenes de ese peculiar personaje que es el diablo y de su ‘habitat’ tradicional, el infierno, - del latín ‘infernus’ ‘inferior’- son complejos, entremezclándose culturas y tradiciones varias, que derivarán en la imagen de ese ser deforme y terrorífico que nos legó el oscurantismo de la Edad Media: Tradiciones hebreas (Satanás, Lucifer, la serpiente tentadora), griegas (daimones y diabolos), egipcias (Seti, Amuth), griegas y romanas (Hermes, Mercurio), celticas (Cernunnos, Lugh), zoroástricas (Ormuz, Arhiman), etc. etc.
Esta espantosa quimera, formada por sucesivas agregaciones, mitad hombre, mitad bestia, quedó mas o menos estereotipado en la Patrística cristiana de los siglos IV y V.[16]
El peso mayor, de tan despreciado personaje, se lo lleva, como he comentado antes, la iconografía europea medieval, comenzando en torno al siglo IX, en que se empieza a representar al diablo como un monstruo horrible, una bestia deformada, a veces casi ridícula, de color negro o rojo, con tres cabezas, cuernos, manos largas y fuertes, alas de murciélago,[17] tridente o lanza, pezuñas de macho cabrío, rabo, colmillos afilados de cerdo o jabalí, gran boca devoradora, y un sinfín de terroríficas variedades; habitando en un hediondo lago de fango y pus ardiente, lleno de fuego, reptiles, gusanos y difuntos en pena; lo que nos remite claramente, a los mundos inferiores de las grandes tradiciones religiosas: mazdeísmo, pitagorismo órfico, judaísmo, Egipto, etc. y a las creencias indoeuropeas de gran parte de Europa e India.
Muchos autores han creído que la iconografía de este diablo medieval, procede de representaciones grotescas del dios Pan o de determinados faunos y sátiros griegos; aunque con bastante probabilidad, su origen haya que buscarlo en la vieja divinidad cornuda indoeuropea, extendida por toda Europa e India; el Shiva Pasupati, señor de los animales; el Cernunnos céltico y pre-céltico[18] de la Edad del Hierro, el “viejo cornudo”[19], tan magistralmente representado en el relieve de Reims, con sus dos aspectos diferentes, según la época del año: subterráneo en la mitad fría(Otoño-Invierno) en su aspecto de Hermes/Mercurio-Lugh y sideral en la mitad clara (Primavera-Verano) en su aspecto de Apolo-Bel.
No es difícil conjeturar, como esta trinidad divina, es decir una sola divinidad con dos manifestaciones, queda suplantada, con el auge social del cristianismo, en el demonio cristiano (Hermes/Mercurio-Lugh) por una parte, y en el arcángel San Miguel (Apolo-Bel) por otra. Una especie de “Lugh-Bel” que tanto nos recuerda al “Luzbel” o espíritu de doble aspecto: luminoso en principio e infernal después.
Ya comentó la investigadora Margaret Murray en su polémico libro ‘El dios de los brujos’, refiriéndose a este dios astado, “que el dios de la antigua religión se convierte en el demonio cristiano”[20]. Hay muchos elementos que refuerzan esta hipótesis. Veamos algunos someramente:
En primer lugar la concepción ‘dualista’ de la divinidad, extendida por gran parte de Europa en la Edad Media, en donde junto al dios ‘bueno’ de ‘luz’’, coexiste otro ‘malo’ de ‘tinieblas’; siendo el universo una mezcla de la sucesión de ambos. Es decir una sola naturaleza con dos esencias. La Iglesia tuvo que combatir con fuerza, la pervivencia de estas ‘herejías paganas’ tan difundidas en el viejo continente: Maniqueísmo, Gnosticismo, Docetismo, Monosofistas, Paulicianos, Cataros, Albigenses, Bogómilos, Priscilianistas, etc.
Los dos seres angélicos Miguel y Luzbel representan y ejemplifican, como dije antes, la ‘luz’ y las ‘tinieblas’. También en la cábala hebrea el ángel Metraton tiene una cara oscura que es el demonio Samael.
Es significativa la similitud simbólica de la esencia subterránea de Hermes/Mercurio-Lugh, vinculado a las fiestas de la fecundación, como el Imbolg céltico, que significa “hinchar” y a los sentimientos más instintivos o primarios de la persona. Su aspecto salvaje, con cuernos, su famosa lanza, las largas manos, y su asociación a las lagunas y aguas estancadas, que todavía nos recuerda la toponimia, -el agua era la puerta del más allá en las mitologías célticas-, son elementos que le identifican muy bien con el demonio cristiano medieval.
La laguna Estigia del infierno de Dante, la tricefalia demoníaca, el acompañamiento de las almas de los difuntos, el tridente, los cuernos y las pezuñas, o el que se celebrara San Miguel en Mayo y San Miguel en Septiembre, inicio y fin del ciclo equinoccial de Primavera (luz) y Otoño (sombras), etc. etc. permiten establecer, una razonable comparación.
Por otra parte, y respecto la esencia luminosa de Bel/Apolo, la vemos vinculada a las fiestas de la abundancia, como el Beltaine céltico, que significa “el fuego de Bel” y a los sentimientos de alegría y salud de la persona.
Muchos de los lugares actuales de culto al arcángel Miguel, se hallan, en antiguos santuarios del dios Apolo y antes de la conquista romana, dedicados al céltico ‘Bel’; el aspecto solar de la gran divinidad; no es casualidad entonces que un arcángel ‘solar’ y ‘luminoso’ haya ocupado su lugar. Ejemplos de esas transferencias son entre otros: St. Michaels Mount en Cornwall, la iglesia de St. Michels Mount en Brent (Devon), Burrow Mumpy Glastonbury (Somerset), etc. Tampoco es casualidad que a Apolo-Bel estén dedicadas gran cantidad de ‘fuentes y manantiales curativos’ y que también San Miguel sea patrón de las fuentes; como tampoco parece casualidad que parte del simbolismo del dios Bel: su aspecto militar, los rayos que arroja con su rueda solar, su escudo y su lucha con las fuerzas oscuras, representadas por un gigante cuyos miembros son serpientes, así como la etimología de su nombre: ‘brillante o luminoso’ aparezcan, calcados, en el simbolismo de San Miguel: uniforme militar, espada de fuego o luz, escudo y coraza y en ocasiones su montura a caballo, luchando con la serpiente/demonio; aspecto este último, que comparte con San Jorge, otro vencedor de monstruos de la oscuridad.
San Jorge pertenece a uno de esos santos, de dudosa filiación, que algunos autores han bautizado como, ‘los santos imposibles’[21]; la existencia de San Jorge tiene una difícil demostración histórica; la tradición nos habla, de un soldado romano de Capadocia, la actual Turquía, que nació en torno al 275 y que, según la Iglesia, fue mártir y luego santo, canonizado por el Papa Gelasio I en el 494.
La vida del santo se encuentra en el Acta Sanctorum, un palimpsesto del siglo V, calificado por muchos estudiosos, como una obra “llena de extravagancias y maravillas, más allá de cualquier credibilidad”.
Es en el siglo IX cuando aparece la leyenda popular de San Jorge; a caballo y venciendo al dragón, siendo probablemente, el desencadenante popular en Occidente, sin olvidar otros ejemplos clásicos que ahora veremos, de todos los posteriores cuentos y leyendas, en las que se ven implicados princesas, héroes y dragones. San Jorge se convirtió en protector de los cruzados, en la conquista de Jerusalén (1099) y este auténtico “mílites Christi’ – soldado de Cristo- fue designado, patrón de caballeros y soldados y protector de algunas órdenes militares como los Templarios.
San Jorge está también presente en la Conquista de la Ciutat de Mallorca, ya que el rey Jaime I, en una de sus Crónicas dice que: “según le contaron los sarracenos, éstos vieron entrar primero, a caballo, a un caballero blanco, con armas blancas”, continuando esta leyenda en otra, en la que la ‘pisada’ de su caballo todavía puede contemplarse, marcada en la roca, en un camino del serrano pueblo de Valldemossa.[22]
Un candidato a predecesor de San Jorge, es el dios Sabacio, padre celestial de los frigios, en la misma zona geográfica donde nació San Jorge, la imagen de Sabacio, a caballo, arrollando a una serpiente/dragón, representa el mismo simbolismo que la popular imagen y leyenda de San Jorge.
No obstante, la serpiente/dragón ha sido asimilada por multitud de culturas a los mundos subterráneos, a la oscuridad y especialmente en el cristianismo, se asoció, al demonio y las fuerzas del mal.
Entre otros vencedores de dragones/serpientes hallamos, en la antigua Grecia, la lucha de Belerofonte con Quimera, a Perseo vencedor de Gorgona/medusa. Al héroe alemán Sigfrido, luchando contra el dragón. San Miguel contra el demonio, que ya hemos visto anteriormente, etc. etc.
Y podríamos continuar este relato, con algunos santos cristianos más, que esconden, en su iconografía y funciones, claros elementos de divinidades paganas anteriores, como Santos Cosme y Damián, gemelos y médicos de profesión, que tanto nos recuerdan a otras parejas mitológicas sanadoras, como los Ashvines en la antigua India, o los griegos Castor y Pólux, que tenían el poder de prolongar la vida de los seres humanos, pero eso serían ya otras historias, y parece prudente, dada la hora que se ha hecho, dejarlo por ahora.
Muchas gracias por su asistencia a esta charla, así como por su interés y atención a lo largo de ella.
Pero no conviene dejarse guiar por las apariencias, pues es frecuente que bajo aspectos raros, o extraños, subyazca una realidad histórica oculta, que se ha ido deformando y transformando, por el lento paso de los siglos y las culturas; este es el caso de algunos seres actuales de nuestro imaginario fantástico, como puedan ser los ogros, las sirenas, determinadas procesiones de almas en pena, santos de dudosa filiación, o seres del más allá, que con sus sobrenaturales poderes, aterrorizan o consuelan, a algunos seres del más acá.
Es el caso, por ejemplo, de los Ogros, unas gigantescas criaturas fantásticas, de aspecto humanoide y horrendo, de carácter fiero y cruel, que comen carne humana, especialmente niños; poseen escasa inteligencia y suelen habitar en selvas, bajo tierra o en lujosos castillos, llenos de riquezas.
Su iconografía los presenta con una gran cabeza, pelo hirsuto, grueso y rígido; barba abundante, colmillos de jabalí y orejas de cerdo, abultada panza y cuerpo fornido. ¿Quién no conoce, tras la invasión mediática y comercial de la industria norteamericana, al famoso Shrek, por no hablar de otras series de dibujos animados como Digimon, o de muchos de los modernos juegos de rol para ordenadores: Dungeons & Dragons, Warhammer Fantasy, etc. En los países escandinavos no emplean la palabra ‘ogro’, pero después de Harry Potter, la palabra ‘troll’ ha ido ganando terreno.
La voz castellana ‘ogro’, procede del francés, en donde la hallamos ya documentada en el siglo XIV,[2] derivada a su vez, del antiguo francés ‘orc’, similar a la italiana ‘orco’ (En italiano el ‘orco’ es el coco, el bu).
Sobre su etimología, algunos autores han señalado la posibilidad de que el origen de esta palabra, se halle en los antiguos pueblos ‘ongri’ o ‘un–gur’, nombre relacionado con el exónimo latino ‘hungarus’, es decir con el gentilicio de los húngaros o magiares, que durante la Edad Media, aterrorizaron a Europa, con sus sanguinarios saqueos y pillajes; dejando un potente recuerdo, los fieros y crueles actos, de estos personajes históricos.
Pero donde realmente, la palabra adquiere todo su protagonismo, es en el paralelismo evidente que mantiene, con la antigua divinidad Orcus u Orco, no sólo por la similitud fonético-ortográfica, sino por las semejanzas iconográficas, así como las características y funcionalidad específica, de este dios de los infiernos y de los muertos.
Orcus, era el nombre que empleaban los antiguos romanos, para designar a un ancestral dios galo del inframundo. En muchas tumbas etruscas, está representado en pinturas, como un ‘peludo y barbudo gigante’; ya en la mitología romana de época clásica, es uno de los nombres alternativos de Plutón o Hades, el guardián de los infiernos, poseedor de todas las riquezas de la tierra; de una crueldad sin par y que se alimentaba de carne humana. Robert Graves, tan vinculado al pueblo de Deiá, consideraba, en su obra ‘La diosa blanca’ que Orcus era una masculinización de la diosa griega ‘Forcis’, representada muchas veces bajo el aspecto de una cerda. Los cerdos, en la tradición clásica y simbólica, son animales asociados a los mundos subterráneos, especialmente en las antiguas mitologías europeas, y es probable que el nombre latino del cerdo: ‘porcus’, tenga el mismo origen que ‘Orcus’ y ‘Forcis’. El dios Mercurio tenía como epíteto ‘moccus’, cerdo salvaje. En la Edad Media el cerdo se identificaba con el demonio. El ‘orco’ o el ‘hades’ era también, el fin del mundo habitado, que se hallaba donde el sol se pone, el mundo subterráneo e infernal de las tinieblas, el mundo de ultratumba en definitiva.
Como hemos visto someramente, el inframundo, las riquezas, el gigantismo, los colmillos y orejas de cerdo o jabalí, el comer carne humana, la crueldad, la abundante pelambrera y una cierta barbarie o torpeza, junto con la conexión etimológica, posibilitan esta relación entre el antiguo dios Orco y el fantástico y popular Ogro.
Ah¡¡ y se me olvidaba, los ogros existen, y si no lo creen, esperen a estar en un atasco automovilístico o pedir un favor a algún vecino que ha tenido un mal día; la insociabilidad y el mal carácter de muchas personas, nos lo recuerdan a cada momento.
Otros personajes peculiares del mundo fantástico son las sirenas, una especie de ninfa marina, mitad mujer y mitad animal. Son muchos los enigmas que rodean a este extraño ser; en primer lugar su propia forma, esa imagen tradicional que nos ha llegado hasta nuestros días; un ser anfibio, de larga cabellera rubia, sentada y peinándose en alguna roca costera, con su larga cola de pez, y atrayendo con sus cantos y silbidos a los navegantes.
A veces se la representa en pareja o en triada, también figura, en muchas ocasiones, con cuerpo de ave, pues existe documentación iconográfica clásica abundante: busto de mujer y cuerpo de ave, con alas y uñas. San Isidoro, en sus ‘Etimologías’ dice: “A las sirenas, que eran tres, se las imagina con un cuerpo, mitad doncella, mitad pájaro, dotadas de alas y uñas”. Todo nos recuerda a las ‘hárpya’ griegas, palabra que significa, literalmente: ‘arrebatadoras’; eran unos seres fabulosos, crueles y sucios, con cuerpo de rapaz y rostro de mujer, hijas de Poseidón y habitantes de las islas Estrofades, en el mar Jónico. Eran una especie de ‘furias’ desatadas de los elementos, y de ellas se valían los dioses, para castigar a los mortales, a los que raptaban y sumían en los infiernos.
Parece ser que en el siglo VI la confusión entre ‘tritones’ y ‘sirenas’ hizo a estas últimas, poseedoras de una cola que antes no tenían. Aunque el tema no está cerrado ya que otros investigadores, sitúan el origen de estos seres, en representaciones distintas, como la clásica Escila, de la Odisea de Homero, bellísima virgen con una potente cola de pez; además de otras múltiples representaciones de sirenas como ‘mujer-pez’ que hallamos en el ámbito romano, entre los siglos II y I a de C.
Estas sirenas, a veces, incluso poseen dos colas y poderes extraños; ya que según algunos autores, embaucaban a los navegantes para chuparles su sangre o comérselos [3] . Las fuentes literarias de la Alta Edad Media mencionan tanto a sirenas-pez como sirenas-ave,[4] siempre criaturas de fatal encanto, que fueron asociadas por la iglesia a las tentaciones terrestres del pecado de la carne, que el cristiano debía resistir; simbolizando, su medio cuerpo animal, lo inferior y lo negativo, el instinto perturbador del espíritu.[5] A partir del siglo XIII, la sirena pisciforme, fue el modelo iconográfico más utilizado, para servir a los fines alegóricos de la Iglesia, siendo sus silbidos y cantos embelesadores, sustituidos por algún instrumento musical. Hoy en día sólo las sirenas, de algunos vehículos de utilidad pública: coches de bomberos, de policía o ambulancias, nos recuerdan aquel lejano y mortífero silbido embriagador. Aunque, en ocasiones, algunos comerciales aduladores, también nos quieran hacer oír ‘cantos de sirena’.
Sobre la etimología de estos elementales de las aguas, se ha dicho que su nombre procede del griego ‘seirén’ que significa ‘la que atrae, la que apresa’; de ahí pasó al latín, como ‘siren – sirenis’ y al latín tardío como ‘sirena’, recogiéndose ya en castellano, en el siglo XV. Pero el nombre no tiene, tampoco, una etimología segura. Hay autores que lo hacen provenir de la palabra púnica ‘Sir’ que significa ‘canto’ o del vocablo semítico ‘seiren’, ‘hembra que fascina con sus cantos’; aunque también se ha apuntado hacía la voz griega ‘seira’ que significa ‘cadena’, ‘lazo’ y con el verbo ‘seirazein’: ‘atar con una cuerda’. Personalmente, creo es muy fuerte el nexo de relación, con los genios de las aguas, de las mitologías indoeuropeas, como las ‘nagas’ o “mujeres/serpiente” de la India, las janas y lamias de Occidente, que derivaron en las famosas “damas de los lagos” o “donas d´aigua”, etc. En cuanto a la etimología, no deberíamos desechar a la gran divinidad pan céltica y Ligur: ‘Sironna’, señora de las aguas y del Otro Mundo subterráneo, diosa de las serpientes, manifestación evidente de las corrientes de agua, y cuyas lápidas votivas e imágenes, aparecen cerca de fuentes, manantiales, ríos, arroyos, y aguas en general, que a ella estaban consagradas y a las que a menudo daba nombre. Teónimo antiquísimo, que se encuentra ampliamente representado en todas las antiguas culturas, desde Palestina al Occidente.[6] Como esta diosa serpiente de la antigua Creta.
Pero los seres fantásticos, aparecen a menudo en forma de pequeños colectivos, como es el caso de la ‘santa compaña’,[7] tan popular en tierras gallegas y conocida en otros ámbitos de nuestra geografía hispana con diversos nombres: el ‘corteju de genti de muerti’ en las Hurdes y Extremadura, la ‘hueste de las ánimas’ en León, la ‘Güestia’ o ‘Estantigua’ en Asturias, la ‘hueste antigua’ en Castilla, la ‘estadea’ en Zamora, etc.
Estamos hablando de un fantasma o más frecuentemente, de un grupo de fantasmas, “almas que pasan, formando una temible multitud” [8]que se aparecen, por la noche, en procesión, a la vista de algunas personas[9], su visión, siempre produce pavor, espanto y pánico, ya que anuncian una muerte próxima; caminan alumbrándose, con huesos de muertos o cirios. Pero también son unos feroces jinetes fantasmales, que causan el pánico, de madrugada, por allí donde pasan.
Respecto a la etimología de este curioso nombre: ‘estantigua’ o ‘güestia antigua’, se quiso suponer, por parte de algunos sectores eclesiásticos, que tenía relación con ‘hostis antiquus’: el ‘enemigo antiguo’ es decir, el diablo y sus apariciones fantasmales nocturnas; cuando, en realidad, está bien comprobado, que la palabra procede de ‘hostis antigua’, es decir: ‘ejército antiguo’. Parece ser pues que el adjetivo ‘antigua’ debió venirle a la ‘huestia’ o ‘huestes’ por serlo efectivamente.[10]
Pero ¿de que ejércitos o huestes, estamos hablando?
Pues esta hueste infernal, no es otra que la ‘jauría de Wotan y sus Valquirias’.[11]
Wotan u Odín era el furioso dios de la guerra de los germanos y los nórdicos, que acompañado por sus deidades, las valquirias, recogían a los elegidos muertos en combate; esos guerreros eran llamados por su fiereza, ‘hombres lobo’ o ‘vestidos de oso’, porque entraban en batalla poseídos de un éxtasis furioso, y eran llevados por las valquirias – eso significa su nombre: ‘la que elige a los caídos en la batalla’- a la cabalgada o caza salvaje de Wotan, una corte de almas en pena, envueltas el lívidas llamas multicolores.[12], que con un estrépito infernal, eran obligados a galopar, con sus caballos relinchando furiosamente y sus perros aullando, hasta la consumación de los siglos, y su entrada en el Walhalla o paraíso.
Este ejército mitológico vagaba por los aires, pero en particular, los días primero y último de cada año bajaba a la tierra.[13] El triunfo del cristianismo convirtió en potencia tenebrosa, a su líder de almas en pena, asimilándolo al diablo, y haciendo de él, en ocasiones un auténtico “cazador maldito”, un ‘venator infernalis’, solitario y errante o acompañado de su fantasmal tropa.[14]
Otro personaje fantástico, muy peculiar, junto con su contexto infernal, es la figura del diablo cristiano.
Después de películas como ‘El exorcista’ (1973), ‘La profecía’ (1976), ‘Corazón satánico’ (1987), con un magnífico Robert de Niro, el ‘Abogado del diablo’ (1997) con Al Pacino, o ‘El día de la bestia’ (1995) del, también colaborador de Mallorca Fantástica, Alex de la Iglesia; queda claro que todavía, en pleno siglo XX, el diablo está asociado al temor y al miedo en Occidente. Temor a las represalias de las fuerzas religiosas oficiales, temor a la oscuridad, a las tentaciones, al más allá y a la situación personal tras la muerte, temor a lo desconocido, temor atávico en definitiva, que aunque la mayoría de las veces no obedezca a un motivo concreto, está presente en nuestro subconsciente. La realidad es que el temor al diablo sigue presente y muy vivo, en las fantasías y en los terrores personales de la imaginación popular.[15]
Los orígenes de ese peculiar personaje que es el diablo y de su ‘habitat’ tradicional, el infierno, - del latín ‘infernus’ ‘inferior’- son complejos, entremezclándose culturas y tradiciones varias, que derivarán en la imagen de ese ser deforme y terrorífico que nos legó el oscurantismo de la Edad Media: Tradiciones hebreas (Satanás, Lucifer, la serpiente tentadora), griegas (daimones y diabolos), egipcias (Seti, Amuth), griegas y romanas (Hermes, Mercurio), celticas (Cernunnos, Lugh), zoroástricas (Ormuz, Arhiman), etc. etc.
Esta espantosa quimera, formada por sucesivas agregaciones, mitad hombre, mitad bestia, quedó mas o menos estereotipado en la Patrística cristiana de los siglos IV y V.[16]
El peso mayor, de tan despreciado personaje, se lo lleva, como he comentado antes, la iconografía europea medieval, comenzando en torno al siglo IX, en que se empieza a representar al diablo como un monstruo horrible, una bestia deformada, a veces casi ridícula, de color negro o rojo, con tres cabezas, cuernos, manos largas y fuertes, alas de murciélago,[17] tridente o lanza, pezuñas de macho cabrío, rabo, colmillos afilados de cerdo o jabalí, gran boca devoradora, y un sinfín de terroríficas variedades; habitando en un hediondo lago de fango y pus ardiente, lleno de fuego, reptiles, gusanos y difuntos en pena; lo que nos remite claramente, a los mundos inferiores de las grandes tradiciones religiosas: mazdeísmo, pitagorismo órfico, judaísmo, Egipto, etc. y a las creencias indoeuropeas de gran parte de Europa e India.
Muchos autores han creído que la iconografía de este diablo medieval, procede de representaciones grotescas del dios Pan o de determinados faunos y sátiros griegos; aunque con bastante probabilidad, su origen haya que buscarlo en la vieja divinidad cornuda indoeuropea, extendida por toda Europa e India; el Shiva Pasupati, señor de los animales; el Cernunnos céltico y pre-céltico[18] de la Edad del Hierro, el “viejo cornudo”[19], tan magistralmente representado en el relieve de Reims, con sus dos aspectos diferentes, según la época del año: subterráneo en la mitad fría(Otoño-Invierno) en su aspecto de Hermes/Mercurio-Lugh y sideral en la mitad clara (Primavera-Verano) en su aspecto de Apolo-Bel.
No es difícil conjeturar, como esta trinidad divina, es decir una sola divinidad con dos manifestaciones, queda suplantada, con el auge social del cristianismo, en el demonio cristiano (Hermes/Mercurio-Lugh) por una parte, y en el arcángel San Miguel (Apolo-Bel) por otra. Una especie de “Lugh-Bel” que tanto nos recuerda al “Luzbel” o espíritu de doble aspecto: luminoso en principio e infernal después.
Ya comentó la investigadora Margaret Murray en su polémico libro ‘El dios de los brujos’, refiriéndose a este dios astado, “que el dios de la antigua religión se convierte en el demonio cristiano”[20]. Hay muchos elementos que refuerzan esta hipótesis. Veamos algunos someramente:
En primer lugar la concepción ‘dualista’ de la divinidad, extendida por gran parte de Europa en la Edad Media, en donde junto al dios ‘bueno’ de ‘luz’’, coexiste otro ‘malo’ de ‘tinieblas’; siendo el universo una mezcla de la sucesión de ambos. Es decir una sola naturaleza con dos esencias. La Iglesia tuvo que combatir con fuerza, la pervivencia de estas ‘herejías paganas’ tan difundidas en el viejo continente: Maniqueísmo, Gnosticismo, Docetismo, Monosofistas, Paulicianos, Cataros, Albigenses, Bogómilos, Priscilianistas, etc.
Los dos seres angélicos Miguel y Luzbel representan y ejemplifican, como dije antes, la ‘luz’ y las ‘tinieblas’. También en la cábala hebrea el ángel Metraton tiene una cara oscura que es el demonio Samael.
Es significativa la similitud simbólica de la esencia subterránea de Hermes/Mercurio-Lugh, vinculado a las fiestas de la fecundación, como el Imbolg céltico, que significa “hinchar” y a los sentimientos más instintivos o primarios de la persona. Su aspecto salvaje, con cuernos, su famosa lanza, las largas manos, y su asociación a las lagunas y aguas estancadas, que todavía nos recuerda la toponimia, -el agua era la puerta del más allá en las mitologías célticas-, son elementos que le identifican muy bien con el demonio cristiano medieval.
La laguna Estigia del infierno de Dante, la tricefalia demoníaca, el acompañamiento de las almas de los difuntos, el tridente, los cuernos y las pezuñas, o el que se celebrara San Miguel en Mayo y San Miguel en Septiembre, inicio y fin del ciclo equinoccial de Primavera (luz) y Otoño (sombras), etc. etc. permiten establecer, una razonable comparación.
Por otra parte, y respecto la esencia luminosa de Bel/Apolo, la vemos vinculada a las fiestas de la abundancia, como el Beltaine céltico, que significa “el fuego de Bel” y a los sentimientos de alegría y salud de la persona.
Muchos de los lugares actuales de culto al arcángel Miguel, se hallan, en antiguos santuarios del dios Apolo y antes de la conquista romana, dedicados al céltico ‘Bel’; el aspecto solar de la gran divinidad; no es casualidad entonces que un arcángel ‘solar’ y ‘luminoso’ haya ocupado su lugar. Ejemplos de esas transferencias son entre otros: St. Michaels Mount en Cornwall, la iglesia de St. Michels Mount en Brent (Devon), Burrow Mumpy Glastonbury (Somerset), etc. Tampoco es casualidad que a Apolo-Bel estén dedicadas gran cantidad de ‘fuentes y manantiales curativos’ y que también San Miguel sea patrón de las fuentes; como tampoco parece casualidad que parte del simbolismo del dios Bel: su aspecto militar, los rayos que arroja con su rueda solar, su escudo y su lucha con las fuerzas oscuras, representadas por un gigante cuyos miembros son serpientes, así como la etimología de su nombre: ‘brillante o luminoso’ aparezcan, calcados, en el simbolismo de San Miguel: uniforme militar, espada de fuego o luz, escudo y coraza y en ocasiones su montura a caballo, luchando con la serpiente/demonio; aspecto este último, que comparte con San Jorge, otro vencedor de monstruos de la oscuridad.
San Jorge pertenece a uno de esos santos, de dudosa filiación, que algunos autores han bautizado como, ‘los santos imposibles’[21]; la existencia de San Jorge tiene una difícil demostración histórica; la tradición nos habla, de un soldado romano de Capadocia, la actual Turquía, que nació en torno al 275 y que, según la Iglesia, fue mártir y luego santo, canonizado por el Papa Gelasio I en el 494.
La vida del santo se encuentra en el Acta Sanctorum, un palimpsesto del siglo V, calificado por muchos estudiosos, como una obra “llena de extravagancias y maravillas, más allá de cualquier credibilidad”.
Es en el siglo IX cuando aparece la leyenda popular de San Jorge; a caballo y venciendo al dragón, siendo probablemente, el desencadenante popular en Occidente, sin olvidar otros ejemplos clásicos que ahora veremos, de todos los posteriores cuentos y leyendas, en las que se ven implicados princesas, héroes y dragones. San Jorge se convirtió en protector de los cruzados, en la conquista de Jerusalén (1099) y este auténtico “mílites Christi’ – soldado de Cristo- fue designado, patrón de caballeros y soldados y protector de algunas órdenes militares como los Templarios.
San Jorge está también presente en la Conquista de la Ciutat de Mallorca, ya que el rey Jaime I, en una de sus Crónicas dice que: “según le contaron los sarracenos, éstos vieron entrar primero, a caballo, a un caballero blanco, con armas blancas”, continuando esta leyenda en otra, en la que la ‘pisada’ de su caballo todavía puede contemplarse, marcada en la roca, en un camino del serrano pueblo de Valldemossa.[22]
Un candidato a predecesor de San Jorge, es el dios Sabacio, padre celestial de los frigios, en la misma zona geográfica donde nació San Jorge, la imagen de Sabacio, a caballo, arrollando a una serpiente/dragón, representa el mismo simbolismo que la popular imagen y leyenda de San Jorge.
No obstante, la serpiente/dragón ha sido asimilada por multitud de culturas a los mundos subterráneos, a la oscuridad y especialmente en el cristianismo, se asoció, al demonio y las fuerzas del mal.
Entre otros vencedores de dragones/serpientes hallamos, en la antigua Grecia, la lucha de Belerofonte con Quimera, a Perseo vencedor de Gorgona/medusa. Al héroe alemán Sigfrido, luchando contra el dragón. San Miguel contra el demonio, que ya hemos visto anteriormente, etc. etc.
Y podríamos continuar este relato, con algunos santos cristianos más, que esconden, en su iconografía y funciones, claros elementos de divinidades paganas anteriores, como Santos Cosme y Damián, gemelos y médicos de profesión, que tanto nos recuerdan a otras parejas mitológicas sanadoras, como los Ashvines en la antigua India, o los griegos Castor y Pólux, que tenían el poder de prolongar la vida de los seres humanos, pero eso serían ya otras historias, y parece prudente, dada la hora que se ha hecho, dejarlo por ahora.
Muchas gracias por su asistencia a esta charla, así como por su interés y atención a lo largo de ella.
NOTAS.
[1] J. Corominas y J. A. Pascual en su ‘Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico’ (Ed. Gredos, 1980, Tomo II, Págs. 799 y ss. Hace un detallado análisis de la palabra y sus diversas y posibles etimologías, de origen incierto, sobre las que han disputado distintos eruditos; y entre las que hallamos coincidencia, al referirse a ciertas composiciones métricas populares, de tipo juglaresco o satírico, en donde el vocablo iba tomando su significado por el empleo literario que se hacía del género. En los países mediterráneos alternaba entre términos como: injuria, diatriba, extravagancia, broma, vituperio, burlesco, ocurrencia chistosa o desconcertante, salida inesperada, etc. etc.
[2] Algunos autores sostienen que la palabra francesa ‘ogre’ fue publicada e incluso inventada por Charles Perrault (1628-1703) que la menciona, en sus ‘Historias o cuentos de tiempos pasados’ (1697). Aunque iconográficamente, hallamos antecedentes, en las aventuras del gigante Gargantúa y su hijo Pantagruel, escritas por Rabelais en 1532.
[3] A título de curiosidad y a cuento de esta relación entre sirenas y sangre, la palabra rumana y serbocroata: ‘vamp’, origen de ‘vampiro’, significa: ‘sirena’. Hallamos también relaciones entre el vampirismo, féminas y antiguos seres mitológicos también lo hallamos en las ‘lamias’, ‘Estriges’ y otras ‘bellas atroces’ (Erika Bornay, 2001) como Lilith.
[4] Lo cual no hace sino recoger una antiquísima tradición de la vieja Europa, desde el Neolítico hasta la Edad del Bronce, en donde la imagen de la diosa “pájaro y serpiente” es abundantísima. Especialmente, a partir de 1300, aparece una abundante iconografía de estos seres, con colas de pez y alas de ave simultáneamente. Entre 1387 y 1392 Jean d´Arrás escribió el libro ‘Melusina o la Noble Historia de Lusignan’ basada en una de las leyendas más atractivas de la Edad Media: Un hada que se convierte en mujer por amor y que todos los sábados se transforma en serpiente de medio cuerpo hacía abajo. La leyenda original proviene de un antiguo mito galo de origen céltico, aunque el hombre medieval veía en Melusina la fusión extraña, de tres seres malditos para la Iglesia: la mujer, la serpiente y el hada.
[5] Ya en la Antigüedad, fueron consideradas como el emblema de las prostitutas, idea que fue recogida por San Isidoro de Sevilla y trasmitida a la “Emblemática” por Alciato (emblema 115): “la mujer es cosa que acaba en negro pez, porque la libido trae consigo muchos monstruos”.
[6] Joaquín Caridad Arias. ‘Toponimia y Mito’. Ed. Oikos-Tau. Barcelona, 1995.
[7] En Galicia ‘compaña’ siempre ha significado ‘multitud’, ‘cuadrilla’, ‘turba’.
[8] En palabras de Constantino Cabal. ‘Mitología Asturiana’. La Huestia. Pág. 100 y ss.
[9] Algunos autores significan que sólo ciertos dotados pueden verla, como, quienes van a morir pronto, o aquellos niños, que por error del sacerdote, fueron bautizados, usando el óleo de los difuntos.
[10] Guillermo de Alvernia, contemporáneo de Gonzalo de Berceo, cuando tuvo necesidad de traducir al latín, las palabras ‘uest antigua’ que utilizaban los viejos españoles, y las tradujo como: ‘exercitus antiquus’; ‘hueste antigua’. ‘Hueste’ en castellano actual significa: ‘tropa o gente armada, que sigue a una persona’,’ ejército’ o ‘grupo de guerreros’.
[11] Fue Grimm en su Deutsche Mythologie, quién basándose en el texto de Alvernia, estableció esta dependencia entre la ‘estantigua’ y el mito de Wotan. Posteriormente la investigadora germano portuguesa, Carolina Michaëlis de Vasconcellos, se adhirió a la idea (Revue Hispanique VII, 1900). Aunque no hay que descartar totalmente, la influencia de otros elementos relacionables con el tema, como la serena procesión de ánimas, conducida por el “Hermes/Mercurio” grecorromano; y que salen de las “hermas”, montones de piedras en las encrucijadas de los caminos, donde se ubicaron, tras la cristianización, los primeros “cruceiros” o “cruces de término”; uno de los lugares preferidos, para la aparición de la “santa compaña”.
[12] J. von Negelein. Germanische Mythologie. Leipzig-Berlín 1919. Pág. 53
[13] El año empezaba, para las antiguas y variadas comunidades célticas europeas, en Noviembre que es cuando se iniciaba el invierno o estación oscura. El primero de noviembre celebraban la fiesta del Samhain, en donde las puertas del más allá estaban abiertas y una serie de seres demoníacos, brujas y espíritus difuntos, salían de sus aposentos y daban vueltas por el aire. Con el Cristianismo se perpetuó y modificó la fiesta, convirtiéndose en el ‘omnium fidelium defunctorum’ o festividad de difuntos que todavía celebramos el 2 de Noviembre.
[14] Existe una larga tradición medieval posterior de ‘caballeros malditos y sanguinarios’ que vagan en pena, como el ‘Comte Arnau’, el ‘Comte Mal’, o el ‘Rei Jaume II’, por citar sólo algunos ejemplos de nuestro ámbito cultural; así como otras leyendas medievales de cabalgadas infernales con el mismo origen, como la ‘Leyenda de Hellequín’ (‘Helle’ ‘infierno”, ‘Helequins’, ‘demonios’, en francés antiguo) y que no es ahora, el momento de detallar, pues nos alejaría irremisiblemente del tema.
[15] En el moderno cristianismo se ha abandonado en general, o se ha reinterpretado la figura del diablo y el infierno, hasta el extremo que no figura en la mayoría de los actuales diccionarios de teología. Incluso la propia Congregación de la Doctrina de la Fe, en una nota sobre la vida eterna, de 1979, aprobada por Juan Pablo II, señala que “conviene evitar de manera especial el peligro de representaciones imaginativas y arbitrarias, porque sus excesos forman la mayor parte de las dificultades que encuentra con frecuencia la fe”, añadiendo que “Ni las escrituras ni la Teología nos ofrecen luces suficientes para una representación del más allá”. El silencio sobre el infierno y el diablo, suscitado sin duda, por los excesos del pasado, parece ser hoy la actitud mayoritaria.
[16] La figura del diablo no fue siempre reproducida de forma horrible, en una de sus primeras representaciones conocidas (Mosaico de San Apollinare Nuovo de Rávena, alrededor del 500 d. C.) se observan dos ángeles, uno rojo con corderos y uno azul-violeta, con machos cabrios. Tampoco en los muros de la iglesia de Baouit en Egipto, siglo VI se aprecia ningún rastro de fealdad en el ángel caído.
[17] De posible origen oriental, debido a la influencia de los primeros misioneros cristianos.
[18] Recuérdese como ejemplo la talla zooantropomorfa hallada en la Cova des Mussol (Menorca) y su alta cronología, en torno al 1200 a de C.
[19] El simbolismo del cuerno está ligado a las ideas de fuerza, vitalidad y poder.
[20] Las brujas medievales, dedicaban gran parte de sus ceremonias, a las antiguas divinidades cornudas, cuando el cristianismo asoció en la Edad Media brujería a satanismo la antigua divinidad cornuda se fue convirtiendo en el demonio.
[21] Como el mismo San Cristóbal, patrón de los automovilistas y que el Concilio Vaticano II eliminó del santoral, considerándolo ‘pura leyenda medieval’, aunque siga, inexplicablemente, permitiendo su culto.
[22] La toponimia nos revela todavía el “camí de sa potada de Sant Jordi”, en recuerdo de la leyenda que explica como desbarató, con su mágica presencia, a las tropas sarracenas que asaltaron la villa en 1552.