Sa por de S´Albufera[1] y el Ave toro
Cuenta el relato, aquí resumido brevemente, que un joven romano, ciego de amor, accedió al macabro y caprichoso deseo de su amada, de extraerle el corazón a la madre del joven. Cuando le llevaba el corazón a su amada, tras ese salvaje asesinato, al bajar del caballo, tropezó, y el corazón de su madre le habló, diciéndole: ¿te has hecho daño hijo mío?
Asustado, volvió al lugar de tan horrendo crimen, creyendo encontrar a la madre todavía con vida, pero la halló muerta, destrozada y llena de sangre.
Desesperado fue a lavarse las manos a una fuente cercana, la fuente de Son Sant Joan; pero la mancha de sangre cada vez se hacía mas grande y de la fuente empezó a brotar sangre. Mandó a sus criados tapiar la fuente de Son Sant Joan,[2] pero aparecieron más de un centenar de fuentes manando sangre. Por la noche queriendo volver a su casa, por un camino dentro de la Albufera, fue tragado por las aguas fangosas y aquel agujero se llenó de un agua sucia y amarga. En aquella noche tenebrosa, unos animales rarísimos que nunca se habían visto por la albufera, se tiraron dentro de aquel horrible agujero y vieron todavía el cuerpo del joven que intentaba salir. Espantados comenzaron a dar unos bramidos, como de toros sordos y escalofriantes, que se oían de una hora lejos y esos sonidos-lamento se sucedieron, eternamente, durante las noches; a aquellos mugidos[3] horribles los llamaron Sa por de Sa albufera.
Cuenta el relato, aquí resumido brevemente, que un joven romano, ciego de amor, accedió al macabro y caprichoso deseo de su amada, de extraerle el corazón a la madre del joven. Cuando le llevaba el corazón a su amada, tras ese salvaje asesinato, al bajar del caballo, tropezó, y el corazón de su madre le habló, diciéndole: ¿te has hecho daño hijo mío?
Asustado, volvió al lugar de tan horrendo crimen, creyendo encontrar a la madre todavía con vida, pero la halló muerta, destrozada y llena de sangre.
Desesperado fue a lavarse las manos a una fuente cercana, la fuente de Son Sant Joan; pero la mancha de sangre cada vez se hacía mas grande y de la fuente empezó a brotar sangre. Mandó a sus criados tapiar la fuente de Son Sant Joan,[2] pero aparecieron más de un centenar de fuentes manando sangre. Por la noche queriendo volver a su casa, por un camino dentro de la Albufera, fue tragado por las aguas fangosas y aquel agujero se llenó de un agua sucia y amarga. En aquella noche tenebrosa, unos animales rarísimos que nunca se habían visto por la albufera, se tiraron dentro de aquel horrible agujero y vieron todavía el cuerpo del joven que intentaba salir. Espantados comenzaron a dar unos bramidos, como de toros sordos y escalofriantes, que se oían de una hora lejos y esos sonidos-lamento se sucedieron, eternamente, durante las noches; a aquellos mugidos[3] horribles los llamaron Sa por de Sa albufera.
NOTAS.-
[1] En castellano ‘el miedo de la Albufera’.
‘Sa pòr de S´Albufera’ es un relato firmado por ‘Un marjaler’, escrito el 2 de Noviembre de 1908 y publicado por la antigua revista de la villa de Sa Pobla (Mallorca) titulada Sa Marjal, en su número 16 de Abril de 1910. También existe un brevísimo relato, con temática diferente, aunque con elementos comunes, bajo el título de ‘Sa pó de sa Bufera’, publicado por el Archiduque Luís Salvador de Austria, en su obra ‘Rondayes de Mallorca’, publicada en Wirzburg en 1895 y del que se dispone de una excelente reproducción del original, reeditada por José J. de Olañeta Ed. en 1982.
[2] A media hora de camino de ‘Ses Fonts de Son Sant Joan’, en la Albufera de Sa Pobla, existe el “clot” o “avenc” de Mossón Guillem. (engullidero o remolino de agua de donde sale una torrentera mezclada de arena y en donde si no se trata de un año muy seco, no se pueden acercar bajo pena de quedar encallados)
[3] Hay un ave, típica de albuferas y zonas pantanosas llamada el ‘ave toro’ (Botaurus stella o Botaurus lentiginosus). De hábitos crepusculares, arisca y solitaria, es un ave pescadora de las albuferas, que se sumerge hasta los muslos y permanece horas y horas, hasta que atrapa una presa. Produce una especie de mugido (de ahí su nombre ave-toro) corto y repetido, similar al sonido que produce cuando se sopla por la boca de una botella.
Estos sonidos, sin duda, motivaron, en otras épocas, habladurías, miedos y leyendas, entre los agricultores de la zona, como las recogidas por el Archiduque Luís Salvador sobre toros fantásticos, que atacaban a los pescadores de anguilas, e incluso los perseguían hasta sus casas en Sa Pobla.
[1] En castellano ‘el miedo de la Albufera’.
‘Sa pòr de S´Albufera’ es un relato firmado por ‘Un marjaler’, escrito el 2 de Noviembre de 1908 y publicado por la antigua revista de la villa de Sa Pobla (Mallorca) titulada Sa Marjal, en su número 16 de Abril de 1910. También existe un brevísimo relato, con temática diferente, aunque con elementos comunes, bajo el título de ‘Sa pó de sa Bufera’, publicado por el Archiduque Luís Salvador de Austria, en su obra ‘Rondayes de Mallorca’, publicada en Wirzburg en 1895 y del que se dispone de una excelente reproducción del original, reeditada por José J. de Olañeta Ed. en 1982.
[2] A media hora de camino de ‘Ses Fonts de Son Sant Joan’, en la Albufera de Sa Pobla, existe el “clot” o “avenc” de Mossón Guillem. (engullidero o remolino de agua de donde sale una torrentera mezclada de arena y en donde si no se trata de un año muy seco, no se pueden acercar bajo pena de quedar encallados)
[3] Hay un ave, típica de albuferas y zonas pantanosas llamada el ‘ave toro’ (Botaurus stella o Botaurus lentiginosus). De hábitos crepusculares, arisca y solitaria, es un ave pescadora de las albuferas, que se sumerge hasta los muslos y permanece horas y horas, hasta que atrapa una presa. Produce una especie de mugido (de ahí su nombre ave-toro) corto y repetido, similar al sonido que produce cuando se sopla por la boca de una botella.
Estos sonidos, sin duda, motivaron, en otras épocas, habladurías, miedos y leyendas, entre los agricultores de la zona, como las recogidas por el Archiduque Luís Salvador sobre toros fantásticos, que atacaban a los pescadores de anguilas, e incluso los perseguían hasta sus casas en Sa Pobla.