viernes, 19 de junio de 2009

Blai Bonet y su mundo de ideas

Septiembre de 1969

Al fondo de una rectilínea carretera que atraviesa extensos campos de trigo y cebada, comienza a divisarse el pequeño y cuidado pueblo de Santanyí. Carros muy rústicos hormiguean pesadamente hacía el pueblo y con su lentitud, parecen querer integrarse en el paisaje.
Tengo intención de charlar un rato con Blai Bonet, y mientras, por el camino, voy pensando como será su mundo de ideas.
Ya en el pueblo, llama mi atención una payesa muy vieja, está sentada en el portal de su casa, parece como si el tiempo no pasara para ella; tiene la mirada perdida en un horizonte que ya jamás podrá distinguir; de su negro pañuelo asoma una delicada y tímida trenza matizada en gris por los años, es un ejemplo de persistencia en la tradición.
Aunque quisiera, Blai Bonet non podría esconderse, al menos en Santanyí, en el pueblo todos le conocen, todos saben donde vive el sencillo y cariñoso escritor.

B.B. - ¿Qué por qué escribo?
Pues porque me gusta y como que además, se…… Esto es naturalmente un primer plano espontáneo de la respuesta. A los veinte años, hubiera contestado así y habría sido objetivo, limpio. Ahora también me gusta escribir, pero mucho menos: sin embargo escribo más, porque es la misión que tengo encomendada por un grupo de hombres. Me dieron el habla y yo devuelvo la palabra: digo lo que hay……. Porque la gente ve, mira lo que pasa, lo que deja de pasar…..pero hay ese misterio impresionante de que el hombre no puede creerlo ni darse por enterado hasta que se lo revela otro hombre. Escribo porque, si no lo hiciera, unos millares de hombres se quedarían sin saber lo que hay.
Naturalmente, escribir no tiene nada que ver con la literatura.

¿Mi formación?
Creo que durará mientras viva. La formación continua es el único deber que tenemos los hombres. ¿Estudios? Todos los que existen, menos Derecho y Económicas, claro. ¡Ah! Farmacia tampoco.

¿Influencias?
Pues…. todo lo malo, lo bueno no influye. Lo bueno te da la mano, te dice “hola” y va contigo de una manera sencilla, sin influir. Lo bueno es esencialmente respetuoso, esencialmente humilde. Lo que más me gusta de lo que llevo escrito es el “conjunto”, ser el creador de un mundo compacto y en camino de ir creciendo compactamente, simultáneamente hacía adelante y hacia arriba; el mundo sentido a través de mi cuerpo personal, a través de mi cuadro clínico, o de mi estado general. Como quieras.

¿Si hay alguna relación entre literatura y religión en mis obras? Yo opino que no, en lo que llevo realizado, no hay literatura. Si acaso llevo dentro y fuera, mucho arte. Pero literatura “igual a cuento”, no. Yo no soy un hombre de letras. Entre lo escrito por mí y la religión hay una absoluta unanimidad, una “identidad” total. Con el detalle de que en la zona del hombre, la religión no es una religión, sobre todo no es su religión, esa que es verdadera contra todas las demás. La religión en el hombre es su religación consciente con el Espíritu Constructivo que conduce al mundo, el Espíritu Constructivo de la Biología primero; el Espíritu Constructivo de la Historia después. Lo malo es que, con frecuencia, lo que escribo tenga que consistir en delatar lo que va contra ese Espíritu y lo sabotea, en vez de revelar como es ese Espíritu de la Historia. Creo que he terminado ya esa etapa de las denuncias, y el trabajo de los próximos años consistirá, con la ayuda de los que van conmigo, en escribir ese Espíritu de la Biología y ese Espíritu de la Historia, que la gente considera tan poco real porque lo oyen nombrar con un nombre que actualmente se presta a muchas ambigüedades: El Espíritu Santo. En nuestro tiempo y en vistas a nuestro siglo XXI, si se quiere conservar el adjetivo, tiene que ampliarse el nombre: el Espíritu Santo de la Biología, el Espíritu Santo de la Historia. Así se entiende algo mejor. Sobre todo se entiende mejor que no puede ser transmitido por cualquiera y por el mero hecho de tener los papeles en regla.

¿Panorama literario en nuestras islas? No hay panorama. Existe este hombre, ese otro. En Mallorca existen unos literatos que escriben bien, a veces muy bien. Pero hombres cuyos escritos sean su voz y ayuden a creer en la persona humana, hay pocos.
En Manacor, hay un chaval de dieciocho años, se llama Bernat Nadal y, naturalmente, lleva escritas unas pocas páginas verdaderas. Ese sí será, y es, un escritor, una persona que ayuda y ayudará a creer en la vida, hasta el punto de que una página suya no hace pensar nunca en la literatura. Bernat Nadal es mas o menos como Mozart, que en ningún momento hace pensar en la técnica musical; es un muchacho joven, que habla exactamente como escribe, que escribe como habla: como un hombre que lo sabe todo con un poco de temblor y una gran dosis de humildad voluntaria. Toda la vida tendré que agradecer a Miguel Ángel Riera, ese otro escritor auténtico, que me ha dado y además, gratis, la ocasión de conocer una persona como esta, de la que he aprendido mucho más que en mis libros.
Eso son escritores, lo demás panoramas literarios; lo demás es lo otro… gente que se muere porque no tiene vida.

¿Ambiente?
Un servidor gracias a Dios, no. Yo, además, no sabría que hacer con el ambiente. A lo mejor tendría que describirlo y todo.

Blai Bonet trabaja en una pequeña habitación, frente a una alegre ventana, que da al jardín de su casa; en una esquina se halla la máquina de escribir, llena de papeles. Los libros invaden la estancia, apenas si se ven las paredes. El escritor habla llanamente, muy rápido, de una manera casi nerviosa, a veces da la sensación de que se traba. Como a muchos escritores les pasa, Blai Bonet se expresa mejor, a mi modo de ver, con papel y pluma.

Blai ¿Qué opinas de la existencia de la desigualdad humana? ¿Crees que es normal la diferencia de clases? ¿Ha dado quizás la doctrina cristiana una solución a esta problemática? ¿No crees que las mismas instituciones religiosas ayuden a crear los estratos sociales?

BB.- Claro que existe. Pero no hay que confundir nunca la desigualdad humana con la desigualdad de situación económica, de situación social. Yo por ejemplo, soy humanamente muy superior a Onassis, bastante superior a Nixon. Y lo digo con un máximo de sencillez. En cambio humanamente estoy muy por debajo de la calidad humana de mi madre, infinitamente por debajo de la calidad humana, no sé, de Bernat Nadal, el muchacho del que antes hablábamos, humanamente inferior a Miguel Ángel Riera, humanamente inferior a alguno de los pescadores que conozco. En ese aspecto no hay doctrina cristiana para solucionar las desigualdades, en primer lugar porque la existencia cristiana, no es ninguna doctrina; es un programa existencial, que señala el trayecto que conduce al hombre a dar de si, progresivamente,, todas las posibilidades de lo vivo. Unas palabras de Bernat Nadal, en ese aspecto, son nada menos que una revelación: “Creo en unos hombres, compañeros todopoderosos, creadores del amor y reveladores de Dios”.
Es lo más emocionante y sintético, que he leído en muchos años. Las instituciones religiosas son creadoras de desigualdades, también, claro.
Pero no porque sean religiosas sino porque son instituciones, cotos sociales, refugios. Como cualquier otra institución.
Escribí “L´Evangeli segons un de tants” que continuaré en “El Jove” como nueva visión del Hijo Pródigo, exactamente por la misma razón que Juan, el hijo del patrón Zebedeo, escribió el suyo: porque vio, quiso y pudo. Bueno, también lo escribí porque tengo un rostro, no se, de pronóstico….

¿Qué si tienen margen y cabida el poeta en nuestro siglo XX? Yo creo que sí, los demás, pues no sé. En cuanto al “dinamismo de nuestro mundo” lo único que puedo decirte es que los coches y las motos corren mucho, pero que, actualmente, la mayoría de los hombres se arrastran con una lentitud que da asco.
El hombre es dinámico, emplea su tiempo y su energía en ser y saber. Si emplea todo su tiempo en adquirir y dormir, ya me dirás…. El Paleolítico con televisión. De todas maneras, en el mundo empieza a haber gente, mucha, muy buena, que se dedica a ser y saber.
El problema principal con el que me enfrento al escribir una obra es la voluntad que tengo que poner en escribirla. Porque, ganas, a veces no tengo. Escribir todo el día no es agradable; uno tiene que crearlo todo por si mismo, porque, frente a una cuartilla en blanco, dos y dos no son únicamente cuatro. En el silencio de la habitación, uno a veces echa de menos esa felicidad un poco electrónica de un banco, donde, pase lo que pase, tres ceros a la derecha de uno dan siempre la importancia de ser mil. La gran suerte, y la gran ventaja de un escritor es que eso de los tres ceros es así, si él quiere. El joven escritor Dustka y siete artículos de Sartre han bastado para hacer bajar el franco y a De Gaulle. Una obra de teatro norteamericana “Bird” fue suficiente para que el presidente Johnson no se presentara a la reelección el año pasado. Eso da mucha moral.

Yo encuadraría mi literatura en el cerebro y en el corazón de un lector, que me aprecie por ser quien soy, sin necesidad de admirarme. Yo cambiaré siempre cincuenta mil admiradores por un solo amigo verdadero. Ya lo dije, de literatura nada. Prefiero la vida y la palabra.
¿Mis proyectos? El primero y más importante, liquidar esos estudios en Abril próximo. Este año, no he podido seguir ningún curso, a parte de no haber podido, me escriben los amigos, hay mucho “follón”, figúrate le llaman reaccionario a Karl Rahner…. Y teniendo en cuenta que, a mí, personalmente, Marcuse me hace pensar en el paleolítico con carnet de conducir…. No es que tenga nada contra ese señor, pero que como lo he leído…. También estoy acabando una novela sobre el alzamiento de Checoslovaquia: es un mundo que conozco algo de cerca. Y dentro de un mes o así, empezaré a redactar una novela que tengo ya construida: voy a describir un banco milímetro por milímetro, peseta por peseta y corbata por corbata. Si sale como tengo pensado, no podrá decirse que yo sea de antes de “Matesa” ni de después de “Matesa”, sino un contemporáneo… A veces pienso que el único capaz de convertir la peseta es un escritor, porque ese si que sabe.

Cuando uno habla con Blai Bonet, el tiempo transcurre velozmente, sus frases son cien por cien alimenticias y esperanzadoras.
Santanyí, quedó ya muy atrás. De regreso a Palma sobre la bajada de S´Aranjasa, una ligera tonalidad rojiza inunda la ciudad. El atardecer es lento, tranquilo; al fondo, cerca del mar, queda el aeropuerto de Son Sant Joan, grande y gris. Un gran pájaro metálico, con sus alas bañadas en plata por el reflejo del sol, irrumpe majestuosamente en el aire, como una forma extraña en el dulzón y sereno paisaje.