martes, 1 de julio de 2008

¿Del suspiro al espíritu?


“Nada puede vivir eternamente, sino lo que ha vivido desde toda la eternidad”
William Law

“Soy una inmortal partícula de Tu fuego cósmico”
Yogananda (Susurros)

“El que residiendo en todos los seres es diferente de todos los seres, ni los seres lo conocen y son su cuerpo; el que dentro los acciona, esta es tu alma, el agente interno inmortal; todo lo que no es él, está abocado al sufrimiento”
Br. Aranyka

“A la luz de la interpretación científica de las transformaciones de la energía-materia y del modelo evolucionista del origen de la vida, la idea de un alma como sustancian espiritual, incorpórea, separable e inmortal es científicamente insostenible.
Esta idea hunde sus raíces históricamente, en la elaboración metafísica de la primitiva creencia animista y en el seno de la especulación filosófica griega que va desde Platón hasta Agustín de Hippona”.
Gonzalo Puente Ojea
El mito del alma

“Para que todos sean uno. Para que así como tú, Padre, estás en mí y yo estoy en ti, sean ellos una cosa en nosotros”
Jn. (16,21-23
)

“Como está la fragancia en la flor,
El aceite en la semilla de sésamo,
El fuego en la madera,
La mantequilla en la leche
Y el dulzor en la caña de azúcar
Así está el alma en el cuerpo.”
Nîti Shâstra


“La historia filosófica del concepto del alma es un poco monótona, se nos presenta, de preferencia, en términos de los conceptos que cada filósofo usa para definir la realidad misma”
Nicola Abbagnano
Diccionario de Filosofía



¿Cuál es el Dios Uno?
Es el hálito vital. Es el brahmán.
Se le llama “Tat” que significa “eso”
Brihadâranyaka Upanishad



Edward Burnett Tylor (1832-1917), fundador, junto con el estadounidense Lewis Morgan (1818-1881) de la moderna antropología cultural, sostuvo, en su famosa teoría del animismo, que la idea consistente en que la naturaleza humana se compone de un cuerpo material y otra entidad inmaterial, el alma o el espíritu, se originó, con toda probabilidad, en los pueblos primitivos que observaron con detenimiento los procesos del sueño, la respiración, el nacimiento o la muerte. [1]
Pero, gran parte de las representaciones primitivas del alma pueden agruparse en dos grandes bloques: el alma entendida como principio vital o causa del cuerpo viviente; “aquello que hace que los seres vivos vivan” el aliento, el fuego de la vida, la respiración; ya que cuando el hálito desaparece, o el “calor vital” se apaga, el individuo muere.
Y por otra parte, el alma entendida como “doble”, “espíritu” o “sombra”, especie de simulacro, de fantasma, que puede aparecer en los sueños, en las visiones; realidad incorpórea presentida, que vaga en el espacio alrededor de los vivos, en otro mundo “de tipo ideal - espiritual” o habita en lo más recóndito del ser humano.
Según antropólogos e historiadores parece ser que el desarrollo histórico del concepto fue evolucionando; cada vez menos “principio vital” y cada vez mas “doble” o “fantasma”.
Algunas de las pretendidas características habituales de estas almas o espíritus eran las de pertenecer a una especie de “reino separado”, más allá de los confines espacio- temporales, [2] poseer una existencia inmortal, ser invisibles al ojo humano; estar compuesta de una “materia sutil”, no detectable por los sentidos o por los equipos científicos, pertenecer al “mundo de las ideas”, etc. pero también pueden ofrecerse interpretaciones mucho más materialistas: habitar en los huesos o en la sangre como lo creen ciertas poblaciones de Indonesia. En el hígado sostienen los indígenas Darfur del África Central. O como opinan los indios Delaware ser un reflejo visible, sin materia corporal, que reside en el corazón. Etc. Etc.
Según las distintas culturas y tradiciones el alma puede trasladarse a otro mundo, encarnarse en otro cuerpo, fundirse en la totalidad cósmica, extinguirse y desaparecer, ser “juzgada” en el más allá, según el comportamiento de los individuos en esta vida. [3] E incluso ser mercancía objeto de compra-venta. [4]
Su iconografía, representación y simbolismo ha sido muy variado: viento, vapor, humo, sombra, reflejo, mariposa, abeja, chispa, cinta, cadena, ratón, pez, aire, vuelo, fuego, aves, luminosidad, etc.
Ideas complementarias son el “alma del mundo” [5] una especie de “espíritu” que todo lo anima; se trata de una noción pre-científica en donde los elementos naturales: ríos, árboles, animales y los fenómenos naturales: el curso de los días, las estaciones, las tormentas, los eclipses, los terremotos, etc. están producidos por la acción de esas “fuerzas desconocidas” llamadas “espíritus”.
Otro concepto complementario es el de “alma pensante” y “alma conciencia” en la que el alma sería la sede de estos principios mentales que se efectúan en nuestro cerebro. [6]
En cuanto a su origen, existen en Occidente diferentes teorías: el creacionismo, en que cada alma es objeto de un acto especial de creación Divina, el traducianismo en que el alma es transmitida corporalmente por los padres, el generacionismo, idéntico al anterior, pero por una transmisión espiritual, el emanatismo que sostiene que las almas emanan del alma del mundo, la pre-existencia y eternidad de las almas en un plano ideal y el evolucionismo emergentista que sostiene que las almas surgen de un proceso evolutivo de los organismos biológicos. [7]
Las vicisitudes y aventuras que sufren las almas en sus desplazamientos y viajes, [8] es otro de los temas curiosos de este amplio abanico de tradiciones; así encontramos que las almas, según la mayoría de culturas y tradiciones, salen y entran del cuerpo por sus aberturas naturales; especialmente por la boca y nariz, lo que ha supuesto curiosas costumbres entre las poblaciones primitivas como las de los indígenas de las islas Marquesas o los Itonamas de América del Sur, que cerraban la boca y la nariz del agonizante en la creencia de que lo mantendrían vivo si evitaban que se escapase el alma. Es sabido que cuando alguien bosteza o estornuda los hindúes castañeteaban los dedos creyendo que esto impedía que se escape el alma por la boca abierta. Por eso, entre los Maya-Quiche (Popol-Vuh) el muerto debe ser extendido sobre el dorso para que su alma pueda salir libremente por la boca al objeto de que Dios pueda jalar de ella hacía el otro mundo, cosa que hace a través de una cinta, cuerda o cadena que la divinidad estira.
En ocasiones se intentaba atrapar el alma, colocando en la nariz o en el ombligo anzuelos para “pescar” por si intentaba escapar. Igualmente hacían los curanderos – hechiceros Dayakos que se colocaban anzuelos en sus dedos para atrapar el alma humana cuando quería escapar volando y poder así devolvérsela a su paciente.
Es una creencia muy generalizada, especialmente entre los indios americanos, que el sueño, el trance o la catalepsia proviene de una pérdida temporal del alma.
Los Bantú del Congo creen que el alma se separa del cuerpo durante el sueño. Por eso también es costumbre muy extendida en culturas primitivas no despertar a alguien de golpe, pues si su alma no tiene tiempo de volver, la persona morirá. O no dormir en la casa del muerto para no encontrar su alma en sueños.
En algunas culturas la marcha del alma no siempre es voluntaria ya que se cree que puede ser extraída del cuerpo contra su deseo por espíritus, demonios o brujos.
Pero también puede quedar el alma fijada en algo externo, en algún sitio “seguro” fuera del cuerpo y por algún tiempo. Ejemplos de lo anterior en muchas culturas son: habitar en los cabellos, y si este se corta la persona se debilita ya que el pelo largo da un alma poderosa, protegiendo de brujas y hechiceros. También puede “habitar” el techo de una casa, un árbol, un río, una cueva, una roca en la montaña, etc.
Según otras tradiciones pueden “habitar” en animales, a modo de “alter ego” o “espíritu protector”: osos, lobos, águilas, jabalíes, gatos, leopardos, etc.
Tampoco dejan de ser curiosas las representaciones y la iconografía que habitualmente se ha hecho del alma: Un ave que vuela, siendo el caso más espectacular el Ibis encopetado del Antiguo Egipto que representaba el principio inmortal (Ka). En según que tradiciones si el alma es un ave que vuela, puede ser atraída por alimentos, impidiendo así que se marche o consiguiendo que vuelva de su peligroso viaje; de ahí que muchas culturas primitivas coloquen comida en las tumbas junto a los difuntos o celebren rituales en donde el alma-pájaro del enfermo o difunto es atraída por los alimentos. Esa ave – espíritu del individuo puede errar, después de la muerte en los lugares previamente frecuentados por el difunto.
En África del norte, el alma puede irse del cuerpo en forma de mariposa, de abeja o de ave.
Además del ave es muy frecuente, como en ciertas leyendas de Europa Central, que el alma tome el aspecto de un ratón.
Entre turcos y mongoles adopta forma de pez y entre los tártaros del Volga las representaciones son diversas: bolita de fuego, cerdo, gato negro o perro. Y para los Naskapi (indios cazadores del Canadá) el alma es una chispita o llamita que sale por la boca.
Otras representaciones e iconografías frecuentes, son las del alma como “hombrecito” o “ser diminuto”; así los indios Hurones pensaban que el alma tenía cabeza, cuerpo, brazos y piernas, como una personita dentro de la persona. Igualmente opinan los malayos.
Los esquimales creen que el alma representa la misma figura que el cuerpo del hombre a quién pertenece pero de naturaleza más sutil y etérea. Para los indios Nootkas el alma tiene la forma de un hombre diminuto que mora en la coronilla de la cabeza. Es habitual la iconografía medieval europea en donde el alma escapa por la coronilla del difunto, en forma de hombrecito.
En la India, las gentes del Punjab se tatuaban, creyendo que al morir, el alma, “mujercita” u “hombrecito” dentro del mortal irá al más allá con los mismos tatuajes.
El alma humana también ha sido concebida como “sombra” o “reflejo”, siendo frecuente considerar la propia sombra o el propio reflejo como el alma de la persona.
Algunos ejemplos: No dejar que la “sombra” propia quede “encerrada” en la caja mortuoria. Considerar que la sombra de la persona enlutada hace enfermar el alma de la persona que la recibe. No salir al mediodía para no perder su sombra y con ello su alma.
En cuanto al reflejo, es sobre todo en el agua o en el espejo donde puede residir el alma (no hay que olvidar que entre las poblaciones indoeuropeas el agua era el lugar de tránsito hacía el más allá), de ahí algunas curiosas costumbres como tapar los espejos tras la muerte de alguien, ya que el alma reflejada de los vivos puede “ser llevada” por el alma del difunto.
Pero, como dijo algún autor, para una historia detallada del alma no bastaría un pesado volumen sino que sería necesaria toda una enciclopedia.
Veamos en primer lugar algunos detalles sobre el alma como animadora y principio de vida de un cuerpo
Un estudio de la etimología y el significado de las palabras originales en hebreo sánscrito y griego parecen ofrecer resultados similares:
En hebreo para designar al alma se emplea la palabra “nefesh”, (hálito de vida, energía que posibilita que la materia, inerte de por sí, tome forma y vida), suele describir personas, animales, y hasta órganos internos; “nefesh” se ve afectada por todos los fenómenos vitales: “tiene hambre” (Sal 107,9), “desfallece” (Sal 42, 6s), “se lanza al mal” (Pr. 10,3) y proceden de ella la alegría, el amor, la esperanza, el odio, etc. El alma no es ningún principio de vida separable del cuerpo que tenga consistencia en sí misma. Cuando el ser humano muere, es escurre su fuerza vital. “Nefesh” representa pues la “fuerza vital” (Jr. 38,16), la “vida” (Ex. 21,23), (Exactamente igual que el griego “psykhe”, soplo, fuerza vital) el “ ser viviente”, el “ ser humano vivo” (Gn. 46,26), e incluso la “sangre como sede de la vida” (Lv. 17,14). Es decir una criatura que respira, un ser viviente. La esencia de la vida, el acto de respirar. El pensamiento hebreo no tiene un concepto que incluya una combinación u oposición de alma y cuerpo ya que estas ideas, como veremos mas adelante provienen del griego y del latín. En el Antiguo testamento esta palabra jamás significó “alma inmortal”, sino “principio de vida” y “ser viviente”, “la energía que posibilita que la materia, inerte de por si, tome forma y vida. Es más, algunos pasajes bíblicos dicen explícitamente que el alma muere (Ezequiel 18; 4, 20). La idea de un alma pre existente al cuerpo, que se combate en el Libro de Sabiduría no se desarrollará hasta más tarde en el Judaísmo.
Otra palabra sinónima en hebreo es “ruach” que equivale a “espíritu” (el griego pneuma y el latino spiritus) en el sentido de “insuflar aliento de vida” (Gn. 7, 15), “soplo de viento” (Ex. 10,13). La palabra procede del verbo “ruach” respirar o soplar. En el antiguo Testamento la “ruach” de Yahvé es el aliento que surge de su boca creando y manteniendo la vida: “La ruach de Dios me hizo” (Job, 33,4).
Si la “ruach” se retira, el hombre muere. Este hálito posee una acción misteriosa, se lo compara al viento (Prov. 30,4; Ecl. 1,6: 1 Re, 19, 11) y da la vida; pero en ocasiones modifica psíquica y materialmente a la persona (Jue 3,10; Jue 11,29;Jue 6,34); algunas personas se convierten en héroes (Jue 13,25; Jue 15, 14-15) o son inspirados ( 1 Sam 10,9; Óseas 9,7; num. 11, 17-25; num. 27,18; Isaías 11,12). Finalmente encontramos, muy cercana a las dos palabras anteriores “Neshama” derivado de “Nasham”, respirar y “Neshmima”, respiración. En algunos casos designa el soplo vital como alimento del organismo humano, la sede de las disposiciones íntimas del ánimo, de los sentimientos, del conocimiento, la inspiración o el deseo, (Gen. 45,27), (Job 32.8). Neshama y Soma indican respectivamente al ser vivo que respira en cuanto que ha recibido de Dios el soplo divino. (Reyes 17, 17). En realidad estas palabras sinónimas, debido a la multiplicidad de significado que evidencian, dependen muchísimo del contexto. Con posterioridad, en la Cábala se llegó a creer que las almas pueden viajar de un cuerpo a otro en una especie de trasmigración llamada Gilgul.
En la religión y cultura del antiguo Egipto hallamos también una serie de conceptos similares: el “Ba” que significa “aliento”, “soplo” y que partía del cuerpo tras la muerte; llegándose incluso en algunos rituales funerarios a “soplar el ba” en el cuerpo momificado del cadáver para garantizarle la supervivencia. Se le representaba como un pájaro con cabeza humana, posada sobre la tumba del muerto. El “ka” era, sin embargo, una especie de “doble” del propio yo que nacía con el individuo y le acompañaba a modo de genio protector o espíritu guardián, trascendiendo a la persona tras la muerte. Curiosamente y pese a la complejidad del ritual funerario, Egipto no tuvo una idea clara del destino final de los muertos: se les representaba como estrellas en el firmamento. Esta pervivencia de los difuntos en los astros, muy generalizada en otras culturas del cercano oriente antiguo, será una de las creencias que influirá poderosamente en el pensador griego Pitágoras, quién sostenía que el alma estaba en las estrellas y estaba hecha de la misma sustancia que los astros.
Situándonos ya en la Antigua Grecia, en las obras de Homero y Hesiodo podemos encontrar las más antiguas creencias de los griegos sobre el alma humana. Y está claro que psyche (alma) aparece siempre como “aliento” que mantiene la vida en el cuerpo (soma) Y que abandona al ser humano cuando este muere. En tiempos de la Iliada y de la Odisea, el alma o Psyche significaba exactamente “vida”, “fuerza vital”, “vitalidad”. Derivada probablemente del término psychein: “respirar”. La noción de pneuma (aire) es posterior. En la Iliada cuando una lanza atraviesa el corazón de un guerrero su psyche se disuelve (5:296), es destruida (22:325) simplemente le abandona (16:543), es expelida por la boca (9:409) o escapa en forma de sangre por una herida (14:518), (16:505). Se trata simplemente de la propiedad de respirar, sangrar, estar vivo en definitiva. No posee todavía las connotaciones de “mente” que actualmente designa. Nadie en la Iliada ve, decide, piensa teme o recuerda nada en su psyche. Para la mayoría de presocráticos, el alma era el principio vital de las cosas vivientes, un espíritu dotado de calor que daba la respiración y el movimiento.
En Grecia, hasta mediados del siglo V a.JC. Las inscripciones de las tumbas guardan silencio acerca de una existencia póstuma. Estas se refieren únicamente a esta vida, a la ciudad del difunto, su familia o clan, sus hijos, a veces a los propios éxitos, con orgullo o con amor.
Los primeros filósofos griegos concebían el alma como el principio de vida, de naturaleza material, alma y cuerpo no eran de naturaleza diferente, sino manifestaciones de la sustancia única que constituye la totalidad de las cosas (Arjé). Eran monistas.
Para Tales de Mileto (640-546 a JC) la materia era el origen de todo; incluso las almas son de una materialidad sutil y en esta misma línea hallaremos posteriormente a Demócrito (460-370 a JC)[9], Epicuro (ca. 341-270 a JC), Lucrecio (96-55 a JC), etc. Los atomistas describieron las almas compuestas de átomos.
Pero esta naturalista reflexión filosófica griega respecto al alma, tiene como contrapartida otra corriente de pensamiento diametralmente opuesta, que basada en influencias órficas, en Pitágoras (532 a JC) y sus seguidores, introducirá un nuevo concepto para Psyche, abriendo la vía del dualismo, con un “espiritualismo” en donde el alma, como ente autónomo y separado del cuerpo, condicionará gran parte de la filosofía occidental posterior.
Para el Taoísmo el Ki o el Chi (aire, energía vital) es el “aliento” que llena el espacio intermedio entre el cielo y la tierra y en el cual vive el hombre como pez en el agua. Los mismos dioses del Rig Veda, tan ligados a las fuerzas de la naturaleza son formados por una entidad abstracta: “Ekam” = “el uno”, “Tad” = “Esto”, “Kala” = “el tiempo”, “Prana”= La energía, la vida.
Por su parte âtman [10] procede etimológicamente de la palabra sánscrita que significa “respiración”, igual que el germano antiguo “atum”=respiración o el moderno alemán “atmen”= respiración; significaba pues, originariamente, el aliento. En el Rig Veda el término âtman denota “soplo”, “aliento” o “esencia vital”, pero gradualmente el concepto fue evolucionando hasta adquirir el significado de “si mismo” o “alma”.[11] Significativamente en el Rig Veda el prana (energía) humano es el prana (energía) cósmico.
Algunos de estos conceptos, como “Asu”, “Prana” y “âtman” en sus utilizaciones más tempranas (Rig Veda), son difíciles de diferenciar entre sí y es necesario recurrir al contexto en que se hallan insertos:
“Asu”, que sería fundamentalmente “la vida fisiológica”. Un hombre puede yacer inconsciente y sin embargo, seguir viviendo ya que su “asu” no le ha abandonado (Rig Veda 10,58). “âtman” (aliento) y “Prana” (respiración), tienen un modesto origen y poseen la misma naturaleza del viento (vâta); ambos son principios que animan el cuerpo. Tienen existencia propia e independiente del cuerpo y lo dejan definitivamente cuando el individuo muere.


Veamos algunos detalles del alma en cuanto “doble” o “espíritu” independiente del cuerpo y autónomo tras la muerte.
¿Que sucedió en Grecia para que Psyche que designaba originariamente “la vida” y “Soma” el cadáver pasaran a ser respectivamente: Psyche “el alma inmaterial que transmigra de un cuerpo a otro tras la muerte” y Soma el “cuerpo vivo”?
Ferecides (S. VI a JC.) fue el primer griego que creyó que las almas vivían una eternidad. Idea sin duda nacida en Oriente y que comenzó su propagación en Occidente.
Ya se criticó a Herodoto (484-420 a JC) por decir que Pitágoras había aprendido todos estos conceptos sobre la trasmigración de las almas en Egipto.
En la mentalidad religiosa egipcia existían dos conceptos que merece la pena analizarlos brevemente antes de seguir el desarrollo de nuestro discurso.
El “Ka” y el “Ba”. El “Ka” era una especie de “doble”, “fantasma”, e incluso “voz interna directora de actos que debía obedecerse”, tras la muerte era preciso proveerle de todo lo necesario. El “Ba” era la encarnación física del “Ka” o voz interna alucinada. El “Ba” se representaba en forma de un ave que partía del cuerpo al morir. Los griegos, sin embargo no tenían una palabra para una “vida” que pudiera transferirse de de un cuerpo a otro. Y Psyche prestó ese servicio. Todas las referencias de Pitágoras usan psyche en este nuevo sentido; un alma separable que puede emigrar de un cuerpo a otro como en el antiguo Egipto. Al convertirse Psyche en alma, su opuesto soma que era cadáver se convierte en cuerpo vivo. Ha comenzado la separación cuerpo-alma. Para Pitágoras las almas se emparientan con los astros. El alma es un “elemento celeste”, “partículas desprendidas de un pneuma infinito” que andan vagando por la atmósfera hasta que se encarnan en los cuerpos. El cosmos limitado, está rodeado por el inmenso o ilimitado pneuma (aire).
Para Platón (428 – 347 a de JC), en su célebre obra “Timeo” – complejo mito cosmológico que intenta explicar la creación del Universo y la existencia del alma – el alma pertenece al mundo de las ideas, al cual ansía retornar. En Platón se aprecian las influencias del Orfismo (ca. Siglo VI a JC), de Pitágoras y Empédocles. Sin duda nos hallamos ante una nueva y reelaborada versión del primitivo concepto del “doble”. El alma dada su naturaleza no sensible e inmaterial podía entrar y salir libremente del cuerpo. Era luminosa e inmortal. Plotino , uno de sus seguidores, continuó con esta idea.
Aristóteles (ca. 384-322 a JC.) retomó la idea del alma como “principio general de la vida”, formulando este principio desde un punto de vista “biológico y orgánico”, así para Aristóteles el alma es “principio de la vida animal” (De án. I, 1, 402 a 6); el alma es “la causa del cuerpo viviente” (II, 4, 415b9), el alma es “todas las cosas” (III, 8, 431b21), el alma es “energía” y “principio de actividad” (Met. H.3 1043ª 35) A partir de Aristóteles se multiplicaron las cuestiones relativas a la existencia del alma, su naturaleza, sus partes, y su relación con el cuerpo y el cosmos. Estoicos y Epicúreos consideraron el alma como “realidad material” y otros seguidores de Aristóteles como “principio de lo viviente”.
Sin embargo los seguidores de Platón, consideraron el alma como de “naturaleza espiritual en incorpórea”, la espiritualizaron, idealizaron, personificaron y fueron los que realmente ejercieron una influencia decisiva sobre los primitivos autores cristianos.
En el Nuevo Testamento, siempre que se trate de una traducción no muy manipulada, no se habla en ningún momento de alma.
Pablo de Tarso distingue entre Espíritu (pneuma), Alma (psyche) y Cuerpo (Soma). Una sutil distinción entre psique (principio animador) y pneuma (vida espiritual superior) le permite desarrollar la doctrina de la resurrección del cuerpo como distinta de la inmortalidad del alma. En el más allá el alma será revestida con un cuerpo eterno en los cielos, “no hecho con las manos”.
La palabra espíritu procede del latín “spiritus” (soplo, aire, aliento) del verbo espirare (spiratus) “soplar viento”, “respirar”, “alentar”, “suspirar”, “exhalar”. Es el equivalente latino del “pnéuma” griego. Al espíritu Santo cristiano le llamaron los griegos (Hagíon Pnéuma).
La palabra latina “ánima” de donde deriva la castellana “alma” y “ánima”, significa, al igual que su homónima griega “ánemos,”: viento, soplo, respiración. Y es precisamente el aire que se respira, el que entra en el cuerpo y sale de él, lo primero que recibe el nombre de ánima, que por extensión también significa “persona” y por eso en el término masculino “animus” se vuelcan los significados de lo que genéricamente llamamos facultades de la persona, que antiguamente, cuando se desconocía gran parte del complejo funcionamiento cerebral, eran atribuidas al alma: pensamiento, razón, inteligencia, ánimo, etc. Así nos encontramos con una familiar y habitual lista de derivados: desánimo, animoso, animadversión, ecuánime, magnánimo, unánime, pusilánime, reanimar, etc.
Clemente de Alejandría (ca.150-ca.215 d. JC.) se esforzó en asimilar la tradición filosófica griega dentro del cristianismo. Clemente, Orígenes y los Padres Alejandrinos (150-254 d.JC.) ya consideraban, generalmente, que el alma era incorpórea, pre existente y eterna. El esfuerzo de los alejandrinos por reconciliar las ideas opuestas del pensamiento griego tardío con la teología judeo-cristiana del alma y la vida futura obtuvieron escaso éxito, hasta que la confusión fue aclarada en gran parte mediante la adopción de un neoplatonismo modificado por Agustín de Hipona, quién bajo la influencia neo platónica, antes de convertirse al cristianismo, introdujo en esta religión la idea de un “alma inmaterial” ya en los siglos IV y V, rechazando el concepto aristotélico del alma como algo material, llegando a decir que voluntad, memoria, etc. Eran funciones del alma.
Con Tomás de Aquino se intentó una síntesis de principios aristotélicos y neo platónicos.
Con el avance del aristotelismo durante la Edad Media, la antropología agustiniana se combinó con la concepción aristotélica del alma, en el intento de crear una metafísica eclesiástica igualmente fiel a las tradiciones griegas y hebreo – cristiana.
El tema del alma continuó siendo elemento de debate en toda la filosofía escolástica medieval y de algunos concilios como el ecuménico de Viena (1311) o el Lateranense V (1515). En el siglo XVII René Descartes, que había estudiado en un colegio de agustinos, habló de la existencia de dos entidades en el ser humano: la mente inmaterial y el cuerpo material. La mente inmaterial, creada por el Dios cristiano en un cuerpo máquina. Iniciando una forma de entender el hombre occidental que sigue vigente hoy en día: el dualismo (mente-alma) y cuerpo.
Tras Descartes, tanto para Malebranche como para Leibniz (todos seguidores en cierta forma de Agustín de Hipona) el alma sigue teniendo “espontaneidad” e “intimidad”. David Hume piensa el alma como “sustancia psíquica”. A finales del siglo XVII y principios del XVIII tuvo un auge importante una corriente de pensamiento llamada “animismo” o “vitalismo” en donde el “ánima” se utilizaba para explicar todo lo que la medicina y la biología de su tiempo no podía explicar.
Pero curiosamente, en Oriente, concretamente en la India, los pasos y la evolución de estos conceptos no son tan distintos de Occidente como pudiéramos pensar.
Tal y como hemos visto en otras culturas de la antigüedad, el concepto de alma también fue evolucionando a lo largo de la historia, dejando de ser, cada vez mas, “principio vital” y pasando a ser cada vez más “doble” o “ente autónomo”. Ni la idea de un “alma autónoma del cuerpo”, ni la idea de la “trasmigración del alma” se hallan, para nada, en los textos hindúes más antiguos.
Tampoco entre los hebreos, en donde el término Gilgul Neshamot que significa “trasmigración” o tránsito del alma de un cuerpo a otro a través de la muerte es un concepto tardío. En la Torá no se hace referencia directa al Gilgul, aunque sí aparece en la Kabbalah (compilación de enseñanzas esotéricas efectuadas por los rabíes a principios de la Edad Media). En el siglo XIX la Cabbalah perdió el favor de los eruditos judíos, con lo que el concepto de Gilgul fue desapareciendo de la tradición.
En algunos pasajes del Rig Veda (X, 16,3) el muerto parece retornar, de alguna forma, a los mismos elementos vitales de los que surgió; sus partes componentes pasan al sol, al viento, a las aguas y a las plantas; [12] hallamos aquí, sin duda, un realista y rudimentario concepto de la posterior doctrina de la metempsicosis.[13] En los textos védicos más antiguos no aparece algo similar a un principio espiritual post-mortem.
En época upanishádica ya hallamos dos interesantísimos conceptos – sujetos muchas veces a desafortunadas y penosas traducciones- que merecen una atención más detallada por su relación con el tema que estamos tratando: Brâhmán y Âtman, de los que el Taitt. Upanishad afirma “nuestro entendimiento no puede concebirlos”.
La noción antigua de brahmán ha sido comparada por muchos investigadores [14]con la del “mana” polinesio de los pueblos primitivos: “una fuerza difundida por toda la naturaleza y en todos los seres”. Brahmán es el fundamento, la esencia del Universo, lo absoluto, la realidad permanente por encima de las apariencias. Es un concepto difuso, concebido de múltiples maneras. Privado de todo lo contingente representa una especie de absoluto indeterminado. A veces se dice de el que es indefinible (neti, neti) otras veces se emplean términos neutros como “Tat” (Eso). Conocemos muchas aproximaciones a esta idea, como la de Badorayana cuando en el Brahma Sutra (I, 1,2) dice: “El Brahman es aquello de lo que procede el origen, el sustento, y la disolución del Universo”. El Taittiriya Upanishad dice respecto a Brâhmán: “de donde nacen las criaturas, de qué viven las que han nacido, adónde van y dónde acaban, eso has de intentar conocer, eso es Brâhmán.” Brahman es indefinible, es el Absoluto, la realidad inmutable tras todo cambio, curvatura o trama de la inmensa telaraña del Universo. Es autocausado, autodependendiente y autocontrolado. Brahman es la causa material (Ûpadâna) y la causa eficiente (Nimitta-Karana) del mundo. La creación del mundo no es tal, sino una forma, una apariencia de presentación de brahmán, modificación que produce la propia pluralidad de su manifestación. Se da pues, una inmanencia de brahmán en el mundo y una inmanencia del mundo en brahmán. La creación es simplemente un despliegue de su propia actividad, sin motivo particular.[15] Siendo brahmán la causa de la manifestación, es también la causa de su disolución. Brahmán absorbe en sí mismo la manifestación del mundo y el universo pasa por alternativas de expansión y contracción o disolución.[16]
Si atendemos a su etimología, la palabra Brahmán procede de la raíz sánscrita Brihm que significa “ brillar” y “dilatarse”, “hacerse grande” [17], “impregnar todo el espacio” “expandirse”, “ser completo y perfecto”[18]. Brahmán “respira sin aliento, por sí mismo”. Y es la causa material del Universo. Es el “uno sin segundo”. Brahmán es neutro, absoluto, una especie de “ens realíssimum”, potencia sustentadora de todo el Universo. La Chând. Upanishad dice: “El ser que es infinitamente sutil es la esencia de todo este mundo”[19]
A lo largo de la historia la palabra âtman también fue evolucionando y transformando su significado: desde aquel originario: “soplo”, “aliento”, “respiración” hasta complejas y múltiples traducciones como ”sustancia”, “alma”, “yo”, “uno mismo”, etc. Otorgando un significado mucho más profundo a este concepto. En las Upanishads âtman es concebido ya como Purusha o la auténtica naturaleza del individuo. Las primeras Upanishads localizan el âtman en el corazón o afirman que está difundido por todo el cuerpo y que tiene la forma de la persona.
También nos hablan de su pequeñez infinita y su grandeza infinita.[20] En general la tendencia principal de las Upanishads se orientó en la dirección del “monismo”.
Según las Upanishads, atman es la parte de brahmán que representa el individuo, pero libre de aspectos personales.[21] Es decir que el âtman no “pierde” nada cuando actúa en el mundo de las formas. De ahí la famosa máxima sánscrita: tat tvam asi que equivale a “tú eres eso”. Lo esencial que hay en ti no es distinto de la esencia del universo. El Absoluto (Brahman) no puede confundirse con ninguna realidad particular, pero reside en todas (âtman);[22] aunque las trasciende y es la base de su existencia. De alguna manera hemos sido, somos y seremos lo que siempre ha sido. El âtman humano es idéntico al brahmán universal (no dualidad).[23] Como dice la Dra. Ana Agud[24] “el brahman no es individual, de modo que el atman identificado con él se despoja, por así decirlo, de la pretensión de subsistir como indivíduo. Ahora bien, este brahman supraindividual ha de ser identificado a su vez – por la doble dirección en que se lee toda ecuación- con el atman, con lo cual nuevamente no puede ser pensado como distinto de la individualidad. El sentido original de la ecuación atman= brahman es, o por lo menos así lo creo yo, que se la pueda leer simétricamente en ambas direcciones. El que más tarde la fórmula se vuelva unilateral y se convierta en fundamento de la doctrina de un yo supraindividual y universal constituye a mi parecer en el fondo una banalización de la idea primera.”
La identidad de ambos es tal, que en ocasiones Brahmán recibe el nombre de âtman. Brahman y âtman es lo mismo: inexpresable,[25] autónomo, impasible, inactivo, “sin ataduras” (asanga), “sin cualidades” (nirgunatvat), uno, simple. Principio cósmico eterno e inmutable del que todos participamos. Incluso en un pasaje ya tardío de la B. Gita se lee: “Todos los seres en un principio son in manisfestados, se manifiestan en un estado intermedio, y tras la muerte, vuelven a estar in manifestados”.
Hemos hecho un largo y forzadamente apresurado, recorrido y en él han ido quedando sin duda muchas preguntas. ¿Es posible que la ignorancia científica de nuestros agudos observadores antepasados “idealizara” en un ser autónomo e inmortal distinto del cuerpo parte de lo que simplemente eran procesos vitales de la energía universal? Hoy vemos muchas coincidencias entre planteamientos científicos y espiritualidad. El gran filósofo indio Sankara en su interpretación del Vedanta Advaita hablaba de un “universo no dualista” con una estricta identidad entre el absoluto impersonal (Brahman), origen y fin de todo; y la realidad concreta, espacio temporal del individuo (âtman). Actualmente la biología molecular y la bioquímica ha permitido ir conociendo “la continuidad” básica del universo como materia –energía, fundamento de la realidad conocida. Las religiones atribuyen al Dios creador, omnipotente y omnisciente el progreso evolutivo de la materia orgánica, que tiende hacía la bondad infinita. Los científicos hablan de una realidad que es selección natural (azar y necesidad) trabajando por la supervivencia y perfeccionamiento de cada ser.
¿Hay que trabajar más la semántica? ¿Hay que buscar que “realidad” se esconde tras las palabras, y en qué se sustentan estas?
¿Esos espíritus invisibles, esas “almas”, esconden un proceso energético, interpretado en la Antigüedad en clave de pensamiento mágico?
¿Fue el Prâna (energía) oriental el origen del alma (espíritu) occidental? ¿Acaso pasamos a lo largo de la historia y las culturas del suspiro al espíritu?
El debate continúa, filósofos, religiosos, antropólogos, biólogos, físicos, etc. Todos, desgranan temas y preguntas que afectan a elementos fundamentales de la vida y de las creencias. Pero en estos temas, tan antiguos como el ser humano, el camino es personal, no hay soluciones definitivas y sí muchas interpretaciones.
Este camino sólo cabe recorrerlo individualmente, con humildad y asombro ante la inmensidad de esa Realidad de la que formamos parte.
El yoga, sin lugar a dudas, puede aportarnos magníficas vías, no convencionales, de experimentación y conocimiento.


NOTAS


[1] E.B. Tylor
Cultura primitiva II
La religión en la cultura primitiva.
Ed. Ayuso.
Madrid, 1981
[2] Para el pensamiento arcaico de China, el alma era un “espíritu” que procedente del cielo, podía ingresar en el cuerpo de un ser humano.
[3] El caso de Yama, dios de la muerte en la mitología hindú o de San Miguel en la mitología cristiana.
[4] En la tradición de la hechicería el hombre puede vender su alma al diablo para obtener a cambio lo que desea en la tierra. Reacuérdese el pacto de Fausto con Mefistófeles.
[5] Es una idea temprana de la filosofía griega, según algunos autores, prestada de Oriente y se basa en la suposición de que todo está enlazado. De alguna manera está muy cerca de concebir el Universo como un organismo unido por una sustancia animada dotada de sensación. Se aprecia muy bien en autores como Diógenes Laercio, Crísipo. Apolodoro o Posidonio.
[6] Puede ampliarse el tema en mi artículo “Apunte sobre la conciencia y el Yoga”. Revista Yoga de la A. E. P. Y. nº 50. Nov. 2003.
[7] Para esta clasificación elemental he tomado como base el Diccionario de Filosofía de D. José Ferrater Mora. Alianza Editorial, 1980.
[8] Sigo en los ejemplos tomados a Sir James George Frazer y su obra La Rama Dorada (Magia y Religión) Ed. Fondo de Cultura Económica. Madrid 1984.
[9] Influido por magos caldeos que el rey Jerjes dejó por maestros a su padre cuando se hospedó en su casa, Demócrito opinaba que el alma está compuesta de átomos de fuego.
[10] At= movimiento, Vâ= golpear, resoplar, soplar, martillear. An= respirar, infundir.
[11] Ver Chandog. Up. VIII, VII, 1
[12] “Cuando el hombre se muere, su voz se marcha al fuego, su soplo al viento, su ojo al sol, su pensamiento a la luna, su oído a las regiones del cielo, su cuerpo a la tierra, su yo al éter, su pelo a las plantas, su cabellera a los árboles; su sangre y su semen a las aguas. ¿Dónde pues reside el hombre mismo? Dame la mano amigo mío –respondió el otro sabio-; este conocimiento es sólo de nosotros dos. Ni una palabra más sobre esto entre la multitud”. Conversación entre Jâratkavara y Yâjñavalkya.
[13] En el Rig Veda y en el Atharva Veda el indivíduo sobrevive, pero no se cree en la existencia de un alma. ( F. Tola Muerte e Inmortalidad en el Rig Veda y en el Atharva Veda).
[14] Escuela etnológica francesa: Mauss, Hubert, etc.
[15] Recuerda, en cierto sentido, los conceptos científicos de “azar” y “necesidad” en el complejo proceso de creación- evolución del Universo.
[16] El Brahmán neutro, in manifestado, evoluciona en la historia, pasando a ser el Brahma masculino, que más tarde dará origen a su vez a Isvara o Karana Brahma, capaz de asumir un cuerpo cósmico y no muy distinto de un dios creador personal, ya que se identificó con Rudra.
[17] Entre las teorías científicas más extendidas y aceptadas sobre el origen del universo, está la de la “gran explosión” y la de la “creación continua de la materia”. Trasºesa gran explosión materia y energía son expulsadas hacía el exterior dando origen a la expansión del Universo como lo conocemos ahora.
[18] El Purusasukta nos trasmite una idea muy cercana a la actual concepción científica del big-ban original (Purusasukta X, 129.)
[19] Sankârachârya nos dice que a un sabio le preguntaron tres veces sobre la naturaleza de âtman; él permaneció en silencio todo el tiempo, pero finalmente respondió: Te enseño, pero tú no comprendes; el silencio es el âtman.
[20] “ Mi âtman, que está en mi corazón es mas pequeño que un grano de arroz o que el germen que está en un grano de mijo; este âtman, que está en mi corazón es mas grande que la atmósfera, más grande que el cielo, más grande que estos mundos” Chandog. Up. III, 14,3)
[21] En el Kathaka Up. Y en el Mundaka Up. Habla de la semejanza del âtman con el “dormir sin sueño” en donde “no ve ni oye ni hay ninguna cosa exterior a él”. Posteriormente el Brahmanismo tratará de conciliar la función del “alma individual” y el “ser absoluto” con el deseo de conciencia de esta individualidad y se hablará de un cuarto estado del âtman, en el cual vuelve a ser consciente.
[22] “Lo finito está en lo infinito. Este âtman es el Universo entero” (Chandog. Up. II, IV, 26.
[23] En algunos sistemas filosóficos dualistas de la India el âtman sí se considera una entidad separada (Vaisheshikasutra). Para el sistema Vaisheshika el âtman es una de las “sustancias o padârthas” de las que está compuesto el Universo”: akâsh, anala, anila, apa, âtman, desha, manas, prithvi.
[24] Ana Agud
Vakroti y dhvani. Lo dicho y lo no dicho en la poética india.
Actas del Primer Encuentro Español de Indología.
Universidad de Salamanca. Septiembre 1996
[25] Es curioso que Wilhem Ostwald, el filósofo padre del Energetismo, al hablar de la Energía como realidad primordial dijese que es imposible definir la energía y sólo fuese factible describirla.