(Conferencia impartida en el 2001 con motivo del 25 aniversario de la fundación de la Asociación Española de Practicantes de Yoga, en Platja d´Aro.)
Quisiera comenzar esta charla en el contexto de uno de los Yamas recogidos por Patanjalí en sus célebres Yogasutras: Svadhyaya.
Sabemos que los Niyamas son actitudes o hábitos de vida que deben fomentarse, ya que nos conducen hacía el autocontrol y el desarrollo virtuoso de la persona.
En la mayoría de las filosofías orientales, el saber, el conocer, está orientado a la liberación del “yo”, a la destrucción de la ignorancia.
En este sentido Svadhyaya, formado por “sva” = uno mismo y “adhyaya” = estudio, nos indica la importancia del conocimiento de uno mismo gracias a la auto observación y al estudio de los temas que ayudan a crecer al ser humano.
Patanjalí era muy consciente de la “comprensión” para el desarrollo integral de la persona. Sólo cuando comprendemos, podemos avanzar. Sólo cuando nos conocemos y sabemos como actúan nuestros mecanismos y automatismos mentales, condicionados por el entorno, la educación y la sociedad, podemos liberarnos de ellos y trascenderlos.
Sin comprensión y sin amor es muy difícil avanzar en el camino de la realización. Conocimiento sin compasión no es sabiduría.
Ahimsa, es el segundo Yama de los Angas de Patanjalí; literalmente significa “no-violencia”.
Etimológicamente se forma con la voz sánscrita “ himsa ” (ofensa, crueldad) y el prefijo indoeuropeo “ a ”, como negación o ausencia.
La voz “himsa” proviene a su vez, por metátesis, ( alteración del orden de las palabras) de “simha” = león; dado el carácter fiero de este animal.
Tradicionalmente es el principio, universalmente establecido por todas las religiones y éticas, de “respeto a la vida” y “ abstención de toda violencia, daño, crueldad u ofensa” ya sea de pensamiento, palabra o hecho.
Pero, si realmente queremos comprender y conocer de verdad lo que significa “no-violencia”; Si queremos poder orientar y ayudar, debemos saber antes que significa la violencia y adentrarnos en sus entresijos, pues se trata de algo mucho más complejo de lo que a simple vista pudiera parecer.
En castellano cuando hablamos de “violencia” nos estamos refiriendo únicamente a la “ utilización de la fuerza en cualquier operación ”, siendo alguno de sus sinónimos “agresividad”, “brusquedad”, etc.
Así podemos hablar de un “mar violento”, de un “ ejecutivo agresivo”, de un “portazo brusco” o de un “carácter fuerte”; como vemos los matices son amplios. No debiéramos pues confundir la violencia a la que vamos a referirnos, con la expresiones violentas liberadoras de “stress” que tan beneficiosas son para la persona ( llanto, reafirmaciones, gritos en determinado contexto, etc.)
Evidentemente, aquí, nos interesa la definición de violencia “ en el contexto de las relaciones humanas y sociales ”, junto con el análisis del origen y las causas de la violencia; que rápidamente veremos, nos remiten a toda una serie de conceptos inter relacionados: “ ambición”, “odio”, “ envidia ”, “humillación”, “celos”, “miedo” etc.
Una primera aproximación provisional al concepto de violencia en este contexto sería:
a) A nivel personal: “ la expresión brusca o agresiva de un sentimiento o deseo ”. [1]
b) A nivel social: “la utilización de la fuerza, ejercida por individuos, grupos o instituciones contra el derecho de otras personas, grupos o instituciones”; que podríamos hacer extensible a los animales, y objetos.
¿ Pero, con qué objeto?, se preguntarán inmediatamente. Bien, pues, básicamente la violencia de los seres humanos se ejerce con dos propósitos:
a) Un propósito instrumental: Obtener algo de quienes sufren esa fuerza.
B) Un propósito expresivo: Poner de manifiesto el poder y las convicciones del que ejerce esa fuerza.
En ambos casos queda patente que la violencia nace del individuo, de su interior, lo que nos invita a preguntarnos consecuentemente:
¿ Cuál es el origen de ese comportamiento agresivo?. ¿ Es innato en el ser humano?, ¿ Está en nuestros genes y herencia ¿ O acaso es producto del medio, del aprendizaje y la educación?, ¿ Depende únicamente de las estructuras económico-sociales?
Detengámonos en estos temas, analizando someramente los factores biológicos, socioeconómicos y psicológicos que inciden en la génesis y desarrollo de la violencia.
Factores biológicos: Varios e importantes autores se han preocupado por la cuestión, como Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, Erich Fromm, o el conocido etólogo Konrad Lorenz, entre otros.
Básicamente y con el riesgo que toda simplificación comporta, podemos decir que tanto Freud como Lorentz - salvadas sean las diferencias - entienden la agresión como “ una fuerza que se halla inscrita en la estructura biológica humana; es decir un instinto ineludible “. [2]
Freud opinaba en su obra “ Eros y Tanatos” que todos llevamos una dosis de “auto destructividad” dentro de nosotros y esa agresividad natural contra uno mismo, podía dirigirse contra el mundo exterior, como si las personas, para no aniquilarse a sí mismas, ante esa imperiosa necesidad de destrucción, necesitaran hallar canales externos para desahogar su agresividad, protegiéndose así de la autodestrucción.
Por su parte Erich Fromm cuestionó, con fuerza, la “ concepción instintivista de la agresividad ”. Fromm basándose en datos psicológicos y antropológicos sostuvo que la agresividad y la destrucción no son impulsos biológicos y para ello se apoyó en que las zonas del cerebro encargadas de las respuestas agresivas “sólo se estimulan en función de la conservación de la vida y de las necesidades biológicas y de adaptación de la persona o la especie”. Existen muchas sociedades agrícolas y primitivas en donde la destructividad y la crueldad son mínimas; lo que no podría explicarse si estuviésemos ante una “ pasión innata”.
Fromm sostiene que el ser humano no es, biológicamente, un depredador demostrando que la dieta de los ancestros humanos “Ramapithecus”, “Australopithecus”, etc. era básicamente vegetariana.
Respecto a los fenómenos de “ hacinamiento y masificación”, verdadero caldo de cultivo - según los instintivistas - para generar conductas agresivas; Fromm mantiene que el hombre tiene capacidad social y política de cambiar la estructura social, crear lazos de solidaridad y valores por encima de lo que le es dado instintivamente. Si hablamos de la caza, por ejemplo, como hacen los instintivistas para demostrar que en el hombre existe una predisposición natural a sentir placer por la violencia, la muerte o la tortura; Fromm opinaba que el placer que los seres humanos primitivos experimentaban al cazar, obedecía mas, al dominio de una destreza y la satisfacción que ello provocaba que al desahogo de un impulso sádico y biológicamente determinado.
Lo que Erich Fromm sostenía era que “ cuanto mayor era la división del trabajo en una sociedad, más belicosa era esta”; cuanto mayor era el equilibrio entre grupos y entre el grupo y su medio físico, menor la belicosidad. Trastornos del equilibrio del medio físico aumentan el espíritu guerrero, la belicosidad aumenta a medida que aumenta lo que conocemos como “civilización”.
Resumiendo, la tesis de Fromm es que la agresividad o violencia humana - no la biológicamente favorable a la vida - [3] ; Sino la violencia y la agresividad maligna, no adaptativa, que hunde sus raíces en las condiciones existenciales del ser humano se halla condicionada por patrones sociales y culturales. La idea pues, de que no hay nada que hacer contra la violencia, porque esta se halla inscrita en los genes, resulta idónea para quienes desean ocultar los verdaderos desencadenantes culturales de la violencia.
Analicemos ahora, también someramente, la idea de Fromm, de que cuanto mayor es la división del trabajo en una sociedad, más belicosa es esta; es decir, los factores socioeconómicos que inciden en la situación.
Factores socioeconómicos:
Es lo que se ha dado en llamar “violencia estructural”, o violencia latente en la estructura social; fue definida certeramente por Karl Marx y es uno de los legados teóricos válidos que nos dejó el marxismo para la comprensión de la violencia.
Según esta línea de pensamiento, el trabajador directo es separado mediante la fuerza ( estatal y privada) de sus condiciones de trabajo y reproducción (fundamentalmente la tierra), consolidando en un largo proceso histórico condiciones de pobreza y marginalidad para esos desposeídos de la tierra.
Una vez operada esa separación, policía, tribunales e incluso ejército en su momento, ejercen su rol de vigilantes del orden establecido; siendo la función del Estado ser el instrumento de dominio de la clase dominante sobre las demás clases.
A esta violencia estatal, se enfrenta otra violencia de las clases dominadas, llamada, tradicionalmente, violencia revolucionaria,[4] que intenta cambiar la situación. Todo este proceso se ha llamado lucha de clases.
Veamos ahora dentro de esas estructuras socioeconómicas alteradas y desnaturalizadas los factores psicológicos más importantes, que inciden directamente en el comportamiento violento, a fin de que comprendamos mejor lo que realmente puede haber detrás de cada persona que actúa violentamente.
Factores psicológicos:
Generalizando muchísimo podríamos decir que toda violencia comienza con un sentimiento de amenaza. Es tan fuerte en nosotros el instinto de conservación que tendemos a reaccionar violentamente cuando sufrimos o creemos sufrir un ataque a nuestra persona, a nuestras creencias, a nuestro “Yo” y por extensión a nuestro grupo social de pertenencia, es decir, cuando consideramos que nos hallamos ante una amenaza a la integridad de una parte decisiva de nuestra persona o de nuestra identidad, de nuestra estructura como sujetos. Es decir cuando sentimos “miedo”.
La violencia surgirá cuando se rompa el equilibrio entre el control interno y los impulsos.
Esas amenazas pueden ser muy variadas, de distinta índole; desde el miedo o la sospecha a lo no conocido; el ataque físico, puro y directo, el dolor, o el ataque social como es, la privación de las necesidades básicas, pérdida de capacidad adquisitiva, seguridad familiar, laboral, etc. La frustración en la realización personal,[5] hasta el castigo directo a nuestro “ Yo” cuando alguien o algo nos hace evidente nuestra radical insuficiencia y peligra nuestra autoridad o prestigio, que puede ser agravado mediante la humillación o el desprecio, etc.
En resumen; todo terapeuta debería tener claro que detrás de una persona que se comporta violentamente, casi siempre se da una problemática de estas características.
Si la respuesta a esa vivencia de amenaza se exterioriza, generamos comportamientos de:
Ira, Cólera, Rabia, Soberbia, Desprecio, etc.
Si la respuesta a esa vivencia queda más reprimida generamos sentimientos de:
Avaricia, Rencor, Odio, Envidia, etc.
Significativamente, los actos violentos son y se exteriorizan con más frecuencia entre personas que se conocen.
La Rabia es ese estado de ánimo alterado en que nos enfadamos,[6] nos disgustamos y exteriorizamos el malestar con gritos, golpes, ademanes descompuestos, etc. Si se llega a un punto extremo, se produce la ira, o la cólera; esa llamarada, en donde se pierde el control y el dominio y se puede llegar a niveles muy graves de violencia de palabra y obra. Como se dice popularmente “se han perdido los estribos” y la persona “se hace notar”, como en una reafirmación muy primitiva del “Yo”.
Hasta los mismos dioses la padecen; quién no ha oído hablar de la “cólera divina”.
La soberbia;
Esa creencia de ser superior a los que nos rodean, por riqueza, poder, posición social, conocimientos u otra circunstancia; despreciando, humillando después a quienes considera inferiores. Esconde en el fondo un sentimiento de inferioridad a compensar. Cuando somos soberbios con facilidad podemos humillar a alguien, rebajando su dignidad, obligando a que se acepte con repugnancia la superioridad del otro.
La soberbia es una forma de desprecio; es fácil considerar al otro indigno de atención o de interés, no tenerle en cuenta, arrinconarle, desairarle, no considerarlo, ultrajarlo, vilipendiarlo, menospreciarle, burlarse, desdeñarlo. Todas ellas formas de violencia.
Veamos ahora algunos de estos sentimientos cuando no se exteriorizan de forma manifiesta y abierta:
Algunas veces la respuesta violenta no se exterioriza, pero esto no significa necesariamente, que haya sido suprimida, sino que su represión conduce a un estado de tensión interna perpetuándose de una manera oculta y pudiendo estallar en cualquier momento.
La Avaricia es ese deseo de tomar o acumular cosas para uno mismo o en su provecho sin ser realmente necesarias ( bienes de acumulación) y que otros necesitan realmente ( bienes de uso ).
Séneca decía: “ A quién lo suficiente no le parece bastante, nada, por mucho que tenga le parecerá nunca suficiente”. La divinización y absolutización del “dios dinero”, el consumismo y la competitividad provocan un profundo conflicto entre el ser y el tener, entre los deseos-apetencias y la imposibilidad de realizarlos. Puede llegarse a extremos muy violentos; “pasando sobre lo que haga falta” para obtener lo que se desea.
El Rencor y el odio: ese sentimiento de repulsión hacía alguien o hacía algo acompañado del deseo de causarle daño o de que le ocurra algún daño. Recuerdo aquel pasaje evangélico en que los apóstoles piden a Jesús que haga bajar fuego del cielo para abrasar una ciudad que “ no les había acogido bien” y él les contesta: “ No sabéis que espíritu os anima”.
Con frecuencia odio y miedo están ligados; Gandhi decía: “ No tengas miedo, el que tiene miedo odia y el que odia mata”. Rencor y odio crean resentimiento, donde se pone de manifiesto la radical incapacidad para el perdón y la reconciliación.
Cuantas veces la violencia y el odio se generan en la infancia, cuando un niño siente rabia pero no puede expresarla porque es reprimida.
La envidia y los celos; ese padecimiento morboso de la persona porque otra tiene o consigue cosas que ella no tiene o no puede conseguir, esos celos en donde se sufre por que otra persona disfruta el cariño, la simpatía, la amistad, etc. de alguien que se desearía disfrutar en exclusiva.
Y que tantísima violencia y muerte ha causado a lo largo de la historia.
De nuevo nos hallamos ante el dramático conflicto interno entre los deseos-apetencias y la imposibilidad de realizarlos.
Otro factor clave en la comprensión de los factores psicológicos en el origen de la violencia es el aprendizaje. Ya que la conducta violenta es, básicamente una conducta aprendida, una forma de conducta social.
El comportamiento humano es complejo en la medida en que el ser humano se desarrolla y aprende en un entramado de complicadas interacciones e influencias sociales.
Socialmente las agresiones funcionan como “ señales ”. Cuando una conducta violenta o agresiva en un niño es “desaprobada” por un adulto se inicia en el niño un aprendizaje de la inhibición de la violencia.
Que ocurre cuando esas señales en lugar de inhibir el comportamiento agresivo, son “contraseñales”, es decir, conductas también agresivas.[7]
Pues, sencillamente que aprendemos a que a la violencia hay que responder con más violencia. Esto nos lleva desde el aprendizaje de conductas violentas observadas y vividas en el entorno familiar; peleas y discusiones de padres, agresiones y abusos sufridos en la niñez, castigos,[8] etc. hasta la imitación del comportamiento violento o gamberro del “líder del grupo” en la adolescencia, pasando por un amplio abanico. Además en muchas culturas están aprobados, justificados o autorizados comportamientos violentos: se puede matar en una “guerra santa”, se puede vengar el “ honor manchado”, e incluso agredir en formas mucho más sofisticadas, como es la sustitución, aprobada culturalmente, de la agresión física por la verbal: insultar al árbitro desde los graderíos y un largo etc. de ejemplos.
Resumiendo, hemos visto que en el comportamiento violento inciden fundamentalmente como significativos:
:
a) A nivel individual: Los sentimientos de amenaza, miedo, humillación y frustración vividos.
B) A nivel social :El aprendizaje de que a la violencia se le responde con violencia.
Sabemos que algunos factores circunstanciales aumentan los niveles de violencia: Ruido, calor, polución, hacinamiento, tensión y sobrexcitación fisiológica, excitación sexual, dolor, drogas etc. [9]
No entraremos aquí en el detalle de los distintos tipos de violencia que requieren por sí mismos un estudio específico; bástenos saber que existe violencia de género, doméstica, infantil, institucional, terrorista, ideológica, ecológica, religiosa, colectiva, policial, económica, intelectual, militar, revolucionaria, deportiva, escolar, urbana, étnica, laboral, circulatoria, audiovisual, verbal, y un larguísimo etc. [10]
Y lo que resulta básico: ¿ Cómo trabajar e incidir en esta situación a fin de educar para conductas psico-sociales no violentas?.
Ahimsa, la no-violencia.
Unos ochocientos años antes de nuestra Era, Zoroastro preguntaba al dios Ahura Mazda: “ ¿ Que es lo que hace mas desagradable la vida en la tierra?”. Ahura mazda le respondía: “ La violencia”.
Es evidente que si deseamos reducir la violencia de los sistemas guerreros de nuestras sociedades tenemos que trabajar el enemigo interior que todos llevamos dentro , ya que en tanto no conozcamos, dialoguemos y superemos el enemigo interno que nos hace ser violentos, no podremos desarrollar el amor necesario para esa gran tarea.
Cuando somos violentos, no estamos en armonía, existe un desequilibrio. Nos anima un espíritu que no suele ser ni ecuánime, ni justo, ni con la claridad suficiente para ver la realidad tal cual es, en lugar de verla como a nosotros nos gustaría que fuese.
Santideva ( Bodish. 6 ) lo expresa claramente: “ No logrará la paz quien camina con el arco y las flechas del odio dentro del alma”.
Aquí no estamos propugnando una idea religiosa como hace el Jainismo para el que “respetar la vida de todos los seres vivos es una de las formas de suprimir el Karma” [11]. Aquí estamos hablando de un duro trabajo personal, del camino hacía el autocontrol y el conocimiento interior. Aprender a elegir activa y afirmativamente “ que no debemos hacer”, pero desde la madurez del convencimiento, que es la única capacidad ética posible y no desde el moralismo infantil de la prohibición
Patanjalí en sus Yogasutras, conoce muy bien la inestabilidad psicológica de esas emociones que se dan en el contexto de la violencia, y el obstáculo que representan para obtener “chitta vritti nirodha” o “ el cese de las fluctuaciones mentales” de ahí que insista en crear hábitos de “ no violencia” como contrapeso: “ Ante la inhibición por pensamientos perversos, ejercítese el hábito de lo opuesto” ( Yogasutras II. 33 ).
“ Los pensamientos perversos, como la violencia, están determinados por la avidez, la ira o el ofuscamiento; por tanto se impone el hábito de lo opuesto” (Yogasutras. II, 34)
Es pues un proceso psicológico de habituación, una educación para conseguir el cambio de conducta deseado. El dominio de la mente debe apoyarse en el dominio de la propia conducta.
. Solamente cuando conocemos, comprendemos y somos coherentes se produce la transformación interna y con ella la de quienes nos rodean.
Se trata de la Regla de Oro: “ No hagas a los demás lo que no quisieras que te hiciesen a ti” ( Mt. 7, 22 ), ( Lev. 19, 18), (Analectas de Confucio 12, 2 ), ( Dammapada 10, 129 ) etc. etc.
En el plano social, estamos viviendo con la amenaza inmediata de la quiebra de los ecosistemas del planeta, estamos viviendo con una amenaza nuclear latente, una enloquecida carrera armamentística y viendo como el terrorismo se apodera de cualquier rincón del planeta.
Millones de personas sufren violencia e injusticia cada día, las esperanzas de justicia, equilibrio social o paz se desvanecen ante la evidente y cada día más manifiesta incapacidad de sabernos organizar sobre las bases de la tolerancia, el respeto y la igualdad.
¿ Que pasa cuando ya ni siquiera cuestionamos la validez moral de las prácticas violentas vigentes en nuestras sociedades ¿.
Los antiguos Rishis o videntes, tenían las ideas muy claras respecto a la forma de vida basada en Ahimsa como única forma coherente de vivir si queremos mantener el ecosistema del planeta que nos alberga y que con nuestra cotidiana actitud, consciente o inconscientemente, herimos de muerte diariamente. Sin ética no hay supervivencia humana digna. Tenemos una responsabilidad especial con el planeta y con nuestros semejantes. En este mundo estamos todos implicados con todos y dependemos cada vez mas unos de otros, cada uno de nosotros depende del bien de la totalidad. Todo está interrelacionado.
Lógicamente, donde hay seres humanos existen conflictos, pues el conflicto es inherente a la vida humana; pero la línea de actuación no puede ser otra que la de resolver esos conflictos sin violencia; en el marco de un ordenamiento jurídico y social justo. [12]
Ahora bien, uno de los temas más conflictivos es el de si hay límites a la “no violencia”. ¿ Puede identificarse no violencia con “pasividad” en determinadas condiciones concretas y específicas ¿.
¿ La inhibición ante la crueldad, la pasividad ante la maldad, es “no violencia” o infamia egoísta que se desentiende del semejante?
La inacción, en un momento concreto y puntual, ante la tortura de un niño, o ante la violación a una mujer, es “no violencia” o una “bonachonería malsana” que da paso al más absoluto estado de alienación humana ¿.
Existe una lectura de la “no violencia” que sin duda argumentará que: “Emplear la violencia contra comportamientos violentos es sucumbir a la violencia contra la que se predica”.
Sin embargo otras lecturas nos dicen claramente que “ No es justo quedarse a un lado viendo como se comete una injusticia. Hay veces en que una intervención activa es necesaria”, como hace el dios Krishna en un episodio del Mahabaratta. O como el propio Jesús de Nazaret al expulsar a los mercaderes del Templo.
En este caso vemos que es básica la “ intencionalidad ” de esa intervención activa necesaria. Si actúa la mano que no actúe el corazón.
Igualmente a nivel social, me parecen válidos tanto los ejemplos de Gandhi y su resistencia no violenta, como las responsables y maduras palabras de la declaración conjunta que hicieron el Consejo Mundial de las Iglesias y la Comisión Pontificia de Justicia y Paz en Beirut en 1968: “Son posibles las revoluciones sin uso de la fuerza. Todo nuestro esfuerzo debe dirigirse a lograr el cambio pacíficamente. Sin embargo, cuando el derecho en uso está enraizado en el statu quo y quienes lo sustentan no permiten cambio alguno, la conciencia humana puede llevar a los hombres a una revolución violenta como último recurso, en plena responsabilidad claramente aceptada, sin odio ni resentimiento.”
Evidentemente el tema de la no violencia tiene muchísimas más lecturas, flecos y matices de los que aquí hemos visto y es un tema abierto y de amplia incidencia social e individual. Permitirme cerrar este pequeño apunte sobre Ahimsa con aquellas preciosas palabras de Albert Schweitzer : “ Sólo soy vida que vive entre vida que quiere vivir”. No podemos, no nos queda otro remedio, si realmente queremos ser seres humanos con una mínima dignidad existencial, que educar para la no violencia y aprender a ser inocuos, justos, limpios de sangre.
Pasar por la vida sin herir, sin sacar lágrimas a los demás, sin provocar gemidos, sin destruir alegrías.
Muchas gracias por vuestro interés y atención.
NOTAS.
[1] Aquí entenderemos “sentimiento” como “ Aquel estado del sujeto caracterizado por la impresión afectiva que le causa determinada persona, animal o cosa, recuerdo o situación en general” y por “deseo”: “ Toda relación desiderativa del sujeto con el objeto” ya que se desean los objetos para su posesión o rechazo; de acuerdo a la línea de pensamiento expresada por el Dr. Carlos Castilla del Pino, en su obra: “ Teoría de los sentimientos” Ed. Tusquets. Oct. 2000.
[2] Las fuerzas que animan la naturaleza humana reciben el nombre de “ impulsos” o “instintos”, según Freud estos impulsos son hereditarios y tienen por objeto la conservación de la vida y de la especie. Gracias a esos impulsos, muy poco variables, la persona logra adaptarse a la vida.
[3] Podemos hablar de una agresividad benigna o auto afirmativa, sin la que la persona tendría problemas para forjarse una identidad propia, defender sus puntos de vista, lograr objetivos, alcanzar metas, etc.
[4]Cada día más debilitada por el acceso de estas clases dominadas a determinados niveles de consumo, junto con la manipulación ideológica de los medios de comunicación controlados por las clases dominantes.
[5]La frustración debido a la carencia de habilidades sociales básicas, o a la inadaptación social, debido a la ausencia de conocimientos elementales y a la inexistencia de un “lugar en la sociedad”, de forma mantenida, hace experimentar una frustración continuada que suele provocar odio, cólera y comportamientos violentos indiferenciados.
[6]Algo sale distinto a lo que deseábamos, se desperdicia una oportunidad, se envidia a quién consiguió lo que uno deseaba; alguien por quien se tiene antipatía es reconocido, etc. etc.
[7]Según un estudio de la Asociación de Telespectadores y Radioyentes, los niños españoles ven cada semana en televisión: 670 asesinatos, 15 secuestros, 848 peleas, 420 tiroteos, 8 suicidios, 30 casos de tortura, 20 violaciones. Todo ello sin hablar de la violencia radical patente de los tan actuales y populares “videojuegos”. Pero es que los adultos, cada día recibimos más dosis de violencia, películas con escenas brutales, comportamientos salvajes, protagonistas psicópatas, al margen de la ética, presentados en ocasiones como seres de inteligencia superior y gran atractivo que triunfan en sus proyectos. Todo este bombardeo comercial-visual-subliminal, ( un español medio puede llegar a ver 12.000 actos violentos al año) nos va insensibilizando ante el dolor y sufrimiento ajeno, ante la muerte violenta y gratuita.
[8] El receptor del castigo suele interpretarlo como un ataque contra él y los castigos severos suelen provocar deseos de venganza o retribución, ciertos castigos, en lugar de inhibir, pueden incrementar la violencia que pretendía evitarse.
[9] Especial consideración merece el tema de la alimentación, pues están constatadas científicamente, las milenarias creencias yóguicas que establecían una relación directa entre alimentación y comportamiento, dado que la dieta amplifica los estados de ánimo y modifica la calidad de las conductas ante los estímulos internos y externos. Esto se debe a unos neurotransmisores llamados serotoninas y catecolaminas. Indiscutiblemente la pureza del alimento conduce a la purificación de nuestra naturaleza interna. Y de todos es sabido que las sociedades occidentales actuales tienen una alimentación básicamente “rajasica” y “tamasica”, de acuerdo a las “gunas “ descriptivas de las cualidades inherentes a las substancias. El escritor George Bernard Show comentaba: “los animales son nuestros amigos y yo no me como a mis amigos.
El tema de la alimentación vegetariana y la no violencia es recurrente en la mayoría de las grandes corrientes espirituales y religiosas:
“ Cuando un hombre se da cuenta de que la carne es el músculo descuartizado de una criatura debe abstenerse de comerlo”
Tirukural. 257
“ No debes utilizar el cuerpo que Dios te dio, para matar a criaturas de Dios, tanto si son humanas como animales”.
Yajur Veda Asmita. 12. 32
“Se recomienda a las personas que desean avanzar en el eterno sendero espiritual que dejen atrás toda violencia hacia otras entidades vivientes, de cuerpo, palabra o pensamiento. No hay religión superior a esta”.
Srimad Bhagavatam. 7 . 15. 8
“ Y no deberás comer ningún tipo de sangre, sea de ave o de bestia, en ninguna de tus moradas”.
Levítico 7.23-27
Se puede profundizar en el tema del vegetarianismo y la no violencia en la excelente obra de Steven Rosen; “ Alimento para el espíritu; vegetarianismo y religiones del mundo”. Ed. Bala Books. New York, 1987.
[10] En 1990, cinco millones de seres humanos estaban participando como combatientes en treinta y seis conflictos alrededor del mundo.
[11] “Aquellos que maten a los animales sin remordimiento, serán devorados por esos animales en su siguiente nacimiento”
Bhagavata.
[12] El Art. 51 A ( g ) de la Constitución de la India impone sobre todo ciudadano el deber fundamental de mostrar compasión hacía todas las criaturas vivientes. Mohandas Gandhi ( 1869-1948) decía : “ El Ahimsa no es la cosa tosca que se ha hecho aparecer. No cabe duda que el no dañar a nada vivo es una parte de Ahimsa; pero es una expresión menor. Todos y cada uno de los malos pensamientos, la prisa indebida, el mentir, el odiar, el desearle mal a alguien, son cosas que violan el principio de Ahimsa. Y también lo viola el retener lo que el mundo necesita”. ( Fromm Yevavda Mandir, 1945 ).
Quisiera comenzar esta charla en el contexto de uno de los Yamas recogidos por Patanjalí en sus célebres Yogasutras: Svadhyaya.
Sabemos que los Niyamas son actitudes o hábitos de vida que deben fomentarse, ya que nos conducen hacía el autocontrol y el desarrollo virtuoso de la persona.
En la mayoría de las filosofías orientales, el saber, el conocer, está orientado a la liberación del “yo”, a la destrucción de la ignorancia.
En este sentido Svadhyaya, formado por “sva” = uno mismo y “adhyaya” = estudio, nos indica la importancia del conocimiento de uno mismo gracias a la auto observación y al estudio de los temas que ayudan a crecer al ser humano.
Patanjalí era muy consciente de la “comprensión” para el desarrollo integral de la persona. Sólo cuando comprendemos, podemos avanzar. Sólo cuando nos conocemos y sabemos como actúan nuestros mecanismos y automatismos mentales, condicionados por el entorno, la educación y la sociedad, podemos liberarnos de ellos y trascenderlos.
Sin comprensión y sin amor es muy difícil avanzar en el camino de la realización. Conocimiento sin compasión no es sabiduría.
Ahimsa, es el segundo Yama de los Angas de Patanjalí; literalmente significa “no-violencia”.
Etimológicamente se forma con la voz sánscrita “ himsa ” (ofensa, crueldad) y el prefijo indoeuropeo “ a ”, como negación o ausencia.
La voz “himsa” proviene a su vez, por metátesis, ( alteración del orden de las palabras) de “simha” = león; dado el carácter fiero de este animal.
Tradicionalmente es el principio, universalmente establecido por todas las religiones y éticas, de “respeto a la vida” y “ abstención de toda violencia, daño, crueldad u ofensa” ya sea de pensamiento, palabra o hecho.
Pero, si realmente queremos comprender y conocer de verdad lo que significa “no-violencia”; Si queremos poder orientar y ayudar, debemos saber antes que significa la violencia y adentrarnos en sus entresijos, pues se trata de algo mucho más complejo de lo que a simple vista pudiera parecer.
En castellano cuando hablamos de “violencia” nos estamos refiriendo únicamente a la “ utilización de la fuerza en cualquier operación ”, siendo alguno de sus sinónimos “agresividad”, “brusquedad”, etc.
Así podemos hablar de un “mar violento”, de un “ ejecutivo agresivo”, de un “portazo brusco” o de un “carácter fuerte”; como vemos los matices son amplios. No debiéramos pues confundir la violencia a la que vamos a referirnos, con la expresiones violentas liberadoras de “stress” que tan beneficiosas son para la persona ( llanto, reafirmaciones, gritos en determinado contexto, etc.)
Evidentemente, aquí, nos interesa la definición de violencia “ en el contexto de las relaciones humanas y sociales ”, junto con el análisis del origen y las causas de la violencia; que rápidamente veremos, nos remiten a toda una serie de conceptos inter relacionados: “ ambición”, “odio”, “ envidia ”, “humillación”, “celos”, “miedo” etc.
Una primera aproximación provisional al concepto de violencia en este contexto sería:
a) A nivel personal: “ la expresión brusca o agresiva de un sentimiento o deseo ”. [1]
b) A nivel social: “la utilización de la fuerza, ejercida por individuos, grupos o instituciones contra el derecho de otras personas, grupos o instituciones”; que podríamos hacer extensible a los animales, y objetos.
¿ Pero, con qué objeto?, se preguntarán inmediatamente. Bien, pues, básicamente la violencia de los seres humanos se ejerce con dos propósitos:
a) Un propósito instrumental: Obtener algo de quienes sufren esa fuerza.
B) Un propósito expresivo: Poner de manifiesto el poder y las convicciones del que ejerce esa fuerza.
En ambos casos queda patente que la violencia nace del individuo, de su interior, lo que nos invita a preguntarnos consecuentemente:
¿ Cuál es el origen de ese comportamiento agresivo?. ¿ Es innato en el ser humano?, ¿ Está en nuestros genes y herencia ¿ O acaso es producto del medio, del aprendizaje y la educación?, ¿ Depende únicamente de las estructuras económico-sociales?
Detengámonos en estos temas, analizando someramente los factores biológicos, socioeconómicos y psicológicos que inciden en la génesis y desarrollo de la violencia.
Factores biológicos: Varios e importantes autores se han preocupado por la cuestión, como Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, Erich Fromm, o el conocido etólogo Konrad Lorenz, entre otros.
Básicamente y con el riesgo que toda simplificación comporta, podemos decir que tanto Freud como Lorentz - salvadas sean las diferencias - entienden la agresión como “ una fuerza que se halla inscrita en la estructura biológica humana; es decir un instinto ineludible “. [2]
Freud opinaba en su obra “ Eros y Tanatos” que todos llevamos una dosis de “auto destructividad” dentro de nosotros y esa agresividad natural contra uno mismo, podía dirigirse contra el mundo exterior, como si las personas, para no aniquilarse a sí mismas, ante esa imperiosa necesidad de destrucción, necesitaran hallar canales externos para desahogar su agresividad, protegiéndose así de la autodestrucción.
Por su parte Erich Fromm cuestionó, con fuerza, la “ concepción instintivista de la agresividad ”. Fromm basándose en datos psicológicos y antropológicos sostuvo que la agresividad y la destrucción no son impulsos biológicos y para ello se apoyó en que las zonas del cerebro encargadas de las respuestas agresivas “sólo se estimulan en función de la conservación de la vida y de las necesidades biológicas y de adaptación de la persona o la especie”. Existen muchas sociedades agrícolas y primitivas en donde la destructividad y la crueldad son mínimas; lo que no podría explicarse si estuviésemos ante una “ pasión innata”.
Fromm sostiene que el ser humano no es, biológicamente, un depredador demostrando que la dieta de los ancestros humanos “Ramapithecus”, “Australopithecus”, etc. era básicamente vegetariana.
Respecto a los fenómenos de “ hacinamiento y masificación”, verdadero caldo de cultivo - según los instintivistas - para generar conductas agresivas; Fromm mantiene que el hombre tiene capacidad social y política de cambiar la estructura social, crear lazos de solidaridad y valores por encima de lo que le es dado instintivamente. Si hablamos de la caza, por ejemplo, como hacen los instintivistas para demostrar que en el hombre existe una predisposición natural a sentir placer por la violencia, la muerte o la tortura; Fromm opinaba que el placer que los seres humanos primitivos experimentaban al cazar, obedecía mas, al dominio de una destreza y la satisfacción que ello provocaba que al desahogo de un impulso sádico y biológicamente determinado.
Lo que Erich Fromm sostenía era que “ cuanto mayor era la división del trabajo en una sociedad, más belicosa era esta”; cuanto mayor era el equilibrio entre grupos y entre el grupo y su medio físico, menor la belicosidad. Trastornos del equilibrio del medio físico aumentan el espíritu guerrero, la belicosidad aumenta a medida que aumenta lo que conocemos como “civilización”.
Resumiendo, la tesis de Fromm es que la agresividad o violencia humana - no la biológicamente favorable a la vida - [3] ; Sino la violencia y la agresividad maligna, no adaptativa, que hunde sus raíces en las condiciones existenciales del ser humano se halla condicionada por patrones sociales y culturales. La idea pues, de que no hay nada que hacer contra la violencia, porque esta se halla inscrita en los genes, resulta idónea para quienes desean ocultar los verdaderos desencadenantes culturales de la violencia.
Analicemos ahora, también someramente, la idea de Fromm, de que cuanto mayor es la división del trabajo en una sociedad, más belicosa es esta; es decir, los factores socioeconómicos que inciden en la situación.
Factores socioeconómicos:
Es lo que se ha dado en llamar “violencia estructural”, o violencia latente en la estructura social; fue definida certeramente por Karl Marx y es uno de los legados teóricos válidos que nos dejó el marxismo para la comprensión de la violencia.
Según esta línea de pensamiento, el trabajador directo es separado mediante la fuerza ( estatal y privada) de sus condiciones de trabajo y reproducción (fundamentalmente la tierra), consolidando en un largo proceso histórico condiciones de pobreza y marginalidad para esos desposeídos de la tierra.
Una vez operada esa separación, policía, tribunales e incluso ejército en su momento, ejercen su rol de vigilantes del orden establecido; siendo la función del Estado ser el instrumento de dominio de la clase dominante sobre las demás clases.
A esta violencia estatal, se enfrenta otra violencia de las clases dominadas, llamada, tradicionalmente, violencia revolucionaria,[4] que intenta cambiar la situación. Todo este proceso se ha llamado lucha de clases.
Veamos ahora dentro de esas estructuras socioeconómicas alteradas y desnaturalizadas los factores psicológicos más importantes, que inciden directamente en el comportamiento violento, a fin de que comprendamos mejor lo que realmente puede haber detrás de cada persona que actúa violentamente.
Factores psicológicos:
Generalizando muchísimo podríamos decir que toda violencia comienza con un sentimiento de amenaza. Es tan fuerte en nosotros el instinto de conservación que tendemos a reaccionar violentamente cuando sufrimos o creemos sufrir un ataque a nuestra persona, a nuestras creencias, a nuestro “Yo” y por extensión a nuestro grupo social de pertenencia, es decir, cuando consideramos que nos hallamos ante una amenaza a la integridad de una parte decisiva de nuestra persona o de nuestra identidad, de nuestra estructura como sujetos. Es decir cuando sentimos “miedo”.
La violencia surgirá cuando se rompa el equilibrio entre el control interno y los impulsos.
Esas amenazas pueden ser muy variadas, de distinta índole; desde el miedo o la sospecha a lo no conocido; el ataque físico, puro y directo, el dolor, o el ataque social como es, la privación de las necesidades básicas, pérdida de capacidad adquisitiva, seguridad familiar, laboral, etc. La frustración en la realización personal,[5] hasta el castigo directo a nuestro “ Yo” cuando alguien o algo nos hace evidente nuestra radical insuficiencia y peligra nuestra autoridad o prestigio, que puede ser agravado mediante la humillación o el desprecio, etc.
En resumen; todo terapeuta debería tener claro que detrás de una persona que se comporta violentamente, casi siempre se da una problemática de estas características.
Si la respuesta a esa vivencia de amenaza se exterioriza, generamos comportamientos de:
Ira, Cólera, Rabia, Soberbia, Desprecio, etc.
Si la respuesta a esa vivencia queda más reprimida generamos sentimientos de:
Avaricia, Rencor, Odio, Envidia, etc.
Significativamente, los actos violentos son y se exteriorizan con más frecuencia entre personas que se conocen.
La Rabia es ese estado de ánimo alterado en que nos enfadamos,[6] nos disgustamos y exteriorizamos el malestar con gritos, golpes, ademanes descompuestos, etc. Si se llega a un punto extremo, se produce la ira, o la cólera; esa llamarada, en donde se pierde el control y el dominio y se puede llegar a niveles muy graves de violencia de palabra y obra. Como se dice popularmente “se han perdido los estribos” y la persona “se hace notar”, como en una reafirmación muy primitiva del “Yo”.
Hasta los mismos dioses la padecen; quién no ha oído hablar de la “cólera divina”.
La soberbia;
Esa creencia de ser superior a los que nos rodean, por riqueza, poder, posición social, conocimientos u otra circunstancia; despreciando, humillando después a quienes considera inferiores. Esconde en el fondo un sentimiento de inferioridad a compensar. Cuando somos soberbios con facilidad podemos humillar a alguien, rebajando su dignidad, obligando a que se acepte con repugnancia la superioridad del otro.
La soberbia es una forma de desprecio; es fácil considerar al otro indigno de atención o de interés, no tenerle en cuenta, arrinconarle, desairarle, no considerarlo, ultrajarlo, vilipendiarlo, menospreciarle, burlarse, desdeñarlo. Todas ellas formas de violencia.
Veamos ahora algunos de estos sentimientos cuando no se exteriorizan de forma manifiesta y abierta:
Algunas veces la respuesta violenta no se exterioriza, pero esto no significa necesariamente, que haya sido suprimida, sino que su represión conduce a un estado de tensión interna perpetuándose de una manera oculta y pudiendo estallar en cualquier momento.
La Avaricia es ese deseo de tomar o acumular cosas para uno mismo o en su provecho sin ser realmente necesarias ( bienes de acumulación) y que otros necesitan realmente ( bienes de uso ).
Séneca decía: “ A quién lo suficiente no le parece bastante, nada, por mucho que tenga le parecerá nunca suficiente”. La divinización y absolutización del “dios dinero”, el consumismo y la competitividad provocan un profundo conflicto entre el ser y el tener, entre los deseos-apetencias y la imposibilidad de realizarlos. Puede llegarse a extremos muy violentos; “pasando sobre lo que haga falta” para obtener lo que se desea.
El Rencor y el odio: ese sentimiento de repulsión hacía alguien o hacía algo acompañado del deseo de causarle daño o de que le ocurra algún daño. Recuerdo aquel pasaje evangélico en que los apóstoles piden a Jesús que haga bajar fuego del cielo para abrasar una ciudad que “ no les había acogido bien” y él les contesta: “ No sabéis que espíritu os anima”.
Con frecuencia odio y miedo están ligados; Gandhi decía: “ No tengas miedo, el que tiene miedo odia y el que odia mata”. Rencor y odio crean resentimiento, donde se pone de manifiesto la radical incapacidad para el perdón y la reconciliación.
Cuantas veces la violencia y el odio se generan en la infancia, cuando un niño siente rabia pero no puede expresarla porque es reprimida.
La envidia y los celos; ese padecimiento morboso de la persona porque otra tiene o consigue cosas que ella no tiene o no puede conseguir, esos celos en donde se sufre por que otra persona disfruta el cariño, la simpatía, la amistad, etc. de alguien que se desearía disfrutar en exclusiva.
Y que tantísima violencia y muerte ha causado a lo largo de la historia.
De nuevo nos hallamos ante el dramático conflicto interno entre los deseos-apetencias y la imposibilidad de realizarlos.
Otro factor clave en la comprensión de los factores psicológicos en el origen de la violencia es el aprendizaje. Ya que la conducta violenta es, básicamente una conducta aprendida, una forma de conducta social.
El comportamiento humano es complejo en la medida en que el ser humano se desarrolla y aprende en un entramado de complicadas interacciones e influencias sociales.
Socialmente las agresiones funcionan como “ señales ”. Cuando una conducta violenta o agresiva en un niño es “desaprobada” por un adulto se inicia en el niño un aprendizaje de la inhibición de la violencia.
Que ocurre cuando esas señales en lugar de inhibir el comportamiento agresivo, son “contraseñales”, es decir, conductas también agresivas.[7]
Pues, sencillamente que aprendemos a que a la violencia hay que responder con más violencia. Esto nos lleva desde el aprendizaje de conductas violentas observadas y vividas en el entorno familiar; peleas y discusiones de padres, agresiones y abusos sufridos en la niñez, castigos,[8] etc. hasta la imitación del comportamiento violento o gamberro del “líder del grupo” en la adolescencia, pasando por un amplio abanico. Además en muchas culturas están aprobados, justificados o autorizados comportamientos violentos: se puede matar en una “guerra santa”, se puede vengar el “ honor manchado”, e incluso agredir en formas mucho más sofisticadas, como es la sustitución, aprobada culturalmente, de la agresión física por la verbal: insultar al árbitro desde los graderíos y un largo etc. de ejemplos.
Resumiendo, hemos visto que en el comportamiento violento inciden fundamentalmente como significativos:
:
a) A nivel individual: Los sentimientos de amenaza, miedo, humillación y frustración vividos.
B) A nivel social :El aprendizaje de que a la violencia se le responde con violencia.
Sabemos que algunos factores circunstanciales aumentan los niveles de violencia: Ruido, calor, polución, hacinamiento, tensión y sobrexcitación fisiológica, excitación sexual, dolor, drogas etc. [9]
No entraremos aquí en el detalle de los distintos tipos de violencia que requieren por sí mismos un estudio específico; bástenos saber que existe violencia de género, doméstica, infantil, institucional, terrorista, ideológica, ecológica, religiosa, colectiva, policial, económica, intelectual, militar, revolucionaria, deportiva, escolar, urbana, étnica, laboral, circulatoria, audiovisual, verbal, y un larguísimo etc. [10]
Y lo que resulta básico: ¿ Cómo trabajar e incidir en esta situación a fin de educar para conductas psico-sociales no violentas?.
Ahimsa, la no-violencia.
Unos ochocientos años antes de nuestra Era, Zoroastro preguntaba al dios Ahura Mazda: “ ¿ Que es lo que hace mas desagradable la vida en la tierra?”. Ahura mazda le respondía: “ La violencia”.
Es evidente que si deseamos reducir la violencia de los sistemas guerreros de nuestras sociedades tenemos que trabajar el enemigo interior que todos llevamos dentro , ya que en tanto no conozcamos, dialoguemos y superemos el enemigo interno que nos hace ser violentos, no podremos desarrollar el amor necesario para esa gran tarea.
Cuando somos violentos, no estamos en armonía, existe un desequilibrio. Nos anima un espíritu que no suele ser ni ecuánime, ni justo, ni con la claridad suficiente para ver la realidad tal cual es, en lugar de verla como a nosotros nos gustaría que fuese.
Santideva ( Bodish. 6 ) lo expresa claramente: “ No logrará la paz quien camina con el arco y las flechas del odio dentro del alma”.
Aquí no estamos propugnando una idea religiosa como hace el Jainismo para el que “respetar la vida de todos los seres vivos es una de las formas de suprimir el Karma” [11]. Aquí estamos hablando de un duro trabajo personal, del camino hacía el autocontrol y el conocimiento interior. Aprender a elegir activa y afirmativamente “ que no debemos hacer”, pero desde la madurez del convencimiento, que es la única capacidad ética posible y no desde el moralismo infantil de la prohibición
Patanjalí en sus Yogasutras, conoce muy bien la inestabilidad psicológica de esas emociones que se dan en el contexto de la violencia, y el obstáculo que representan para obtener “chitta vritti nirodha” o “ el cese de las fluctuaciones mentales” de ahí que insista en crear hábitos de “ no violencia” como contrapeso: “ Ante la inhibición por pensamientos perversos, ejercítese el hábito de lo opuesto” ( Yogasutras II. 33 ).
“ Los pensamientos perversos, como la violencia, están determinados por la avidez, la ira o el ofuscamiento; por tanto se impone el hábito de lo opuesto” (Yogasutras. II, 34)
Es pues un proceso psicológico de habituación, una educación para conseguir el cambio de conducta deseado. El dominio de la mente debe apoyarse en el dominio de la propia conducta.
. Solamente cuando conocemos, comprendemos y somos coherentes se produce la transformación interna y con ella la de quienes nos rodean.
Se trata de la Regla de Oro: “ No hagas a los demás lo que no quisieras que te hiciesen a ti” ( Mt. 7, 22 ), ( Lev. 19, 18), (Analectas de Confucio 12, 2 ), ( Dammapada 10, 129 ) etc. etc.
En el plano social, estamos viviendo con la amenaza inmediata de la quiebra de los ecosistemas del planeta, estamos viviendo con una amenaza nuclear latente, una enloquecida carrera armamentística y viendo como el terrorismo se apodera de cualquier rincón del planeta.
Millones de personas sufren violencia e injusticia cada día, las esperanzas de justicia, equilibrio social o paz se desvanecen ante la evidente y cada día más manifiesta incapacidad de sabernos organizar sobre las bases de la tolerancia, el respeto y la igualdad.
¿ Que pasa cuando ya ni siquiera cuestionamos la validez moral de las prácticas violentas vigentes en nuestras sociedades ¿.
Los antiguos Rishis o videntes, tenían las ideas muy claras respecto a la forma de vida basada en Ahimsa como única forma coherente de vivir si queremos mantener el ecosistema del planeta que nos alberga y que con nuestra cotidiana actitud, consciente o inconscientemente, herimos de muerte diariamente. Sin ética no hay supervivencia humana digna. Tenemos una responsabilidad especial con el planeta y con nuestros semejantes. En este mundo estamos todos implicados con todos y dependemos cada vez mas unos de otros, cada uno de nosotros depende del bien de la totalidad. Todo está interrelacionado.
Lógicamente, donde hay seres humanos existen conflictos, pues el conflicto es inherente a la vida humana; pero la línea de actuación no puede ser otra que la de resolver esos conflictos sin violencia; en el marco de un ordenamiento jurídico y social justo. [12]
Ahora bien, uno de los temas más conflictivos es el de si hay límites a la “no violencia”. ¿ Puede identificarse no violencia con “pasividad” en determinadas condiciones concretas y específicas ¿.
¿ La inhibición ante la crueldad, la pasividad ante la maldad, es “no violencia” o infamia egoísta que se desentiende del semejante?
La inacción, en un momento concreto y puntual, ante la tortura de un niño, o ante la violación a una mujer, es “no violencia” o una “bonachonería malsana” que da paso al más absoluto estado de alienación humana ¿.
Existe una lectura de la “no violencia” que sin duda argumentará que: “Emplear la violencia contra comportamientos violentos es sucumbir a la violencia contra la que se predica”.
Sin embargo otras lecturas nos dicen claramente que “ No es justo quedarse a un lado viendo como se comete una injusticia. Hay veces en que una intervención activa es necesaria”, como hace el dios Krishna en un episodio del Mahabaratta. O como el propio Jesús de Nazaret al expulsar a los mercaderes del Templo.
En este caso vemos que es básica la “ intencionalidad ” de esa intervención activa necesaria. Si actúa la mano que no actúe el corazón.
Igualmente a nivel social, me parecen válidos tanto los ejemplos de Gandhi y su resistencia no violenta, como las responsables y maduras palabras de la declaración conjunta que hicieron el Consejo Mundial de las Iglesias y la Comisión Pontificia de Justicia y Paz en Beirut en 1968: “Son posibles las revoluciones sin uso de la fuerza. Todo nuestro esfuerzo debe dirigirse a lograr el cambio pacíficamente. Sin embargo, cuando el derecho en uso está enraizado en el statu quo y quienes lo sustentan no permiten cambio alguno, la conciencia humana puede llevar a los hombres a una revolución violenta como último recurso, en plena responsabilidad claramente aceptada, sin odio ni resentimiento.”
Evidentemente el tema de la no violencia tiene muchísimas más lecturas, flecos y matices de los que aquí hemos visto y es un tema abierto y de amplia incidencia social e individual. Permitirme cerrar este pequeño apunte sobre Ahimsa con aquellas preciosas palabras de Albert Schweitzer : “ Sólo soy vida que vive entre vida que quiere vivir”. No podemos, no nos queda otro remedio, si realmente queremos ser seres humanos con una mínima dignidad existencial, que educar para la no violencia y aprender a ser inocuos, justos, limpios de sangre.
Pasar por la vida sin herir, sin sacar lágrimas a los demás, sin provocar gemidos, sin destruir alegrías.
Muchas gracias por vuestro interés y atención.
NOTAS.
[1] Aquí entenderemos “sentimiento” como “ Aquel estado del sujeto caracterizado por la impresión afectiva que le causa determinada persona, animal o cosa, recuerdo o situación en general” y por “deseo”: “ Toda relación desiderativa del sujeto con el objeto” ya que se desean los objetos para su posesión o rechazo; de acuerdo a la línea de pensamiento expresada por el Dr. Carlos Castilla del Pino, en su obra: “ Teoría de los sentimientos” Ed. Tusquets. Oct. 2000.
[2] Las fuerzas que animan la naturaleza humana reciben el nombre de “ impulsos” o “instintos”, según Freud estos impulsos son hereditarios y tienen por objeto la conservación de la vida y de la especie. Gracias a esos impulsos, muy poco variables, la persona logra adaptarse a la vida.
[3] Podemos hablar de una agresividad benigna o auto afirmativa, sin la que la persona tendría problemas para forjarse una identidad propia, defender sus puntos de vista, lograr objetivos, alcanzar metas, etc.
[4]Cada día más debilitada por el acceso de estas clases dominadas a determinados niveles de consumo, junto con la manipulación ideológica de los medios de comunicación controlados por las clases dominantes.
[5]La frustración debido a la carencia de habilidades sociales básicas, o a la inadaptación social, debido a la ausencia de conocimientos elementales y a la inexistencia de un “lugar en la sociedad”, de forma mantenida, hace experimentar una frustración continuada que suele provocar odio, cólera y comportamientos violentos indiferenciados.
[6]Algo sale distinto a lo que deseábamos, se desperdicia una oportunidad, se envidia a quién consiguió lo que uno deseaba; alguien por quien se tiene antipatía es reconocido, etc. etc.
[7]Según un estudio de la Asociación de Telespectadores y Radioyentes, los niños españoles ven cada semana en televisión: 670 asesinatos, 15 secuestros, 848 peleas, 420 tiroteos, 8 suicidios, 30 casos de tortura, 20 violaciones. Todo ello sin hablar de la violencia radical patente de los tan actuales y populares “videojuegos”. Pero es que los adultos, cada día recibimos más dosis de violencia, películas con escenas brutales, comportamientos salvajes, protagonistas psicópatas, al margen de la ética, presentados en ocasiones como seres de inteligencia superior y gran atractivo que triunfan en sus proyectos. Todo este bombardeo comercial-visual-subliminal, ( un español medio puede llegar a ver 12.000 actos violentos al año) nos va insensibilizando ante el dolor y sufrimiento ajeno, ante la muerte violenta y gratuita.
[8] El receptor del castigo suele interpretarlo como un ataque contra él y los castigos severos suelen provocar deseos de venganza o retribución, ciertos castigos, en lugar de inhibir, pueden incrementar la violencia que pretendía evitarse.
[9] Especial consideración merece el tema de la alimentación, pues están constatadas científicamente, las milenarias creencias yóguicas que establecían una relación directa entre alimentación y comportamiento, dado que la dieta amplifica los estados de ánimo y modifica la calidad de las conductas ante los estímulos internos y externos. Esto se debe a unos neurotransmisores llamados serotoninas y catecolaminas. Indiscutiblemente la pureza del alimento conduce a la purificación de nuestra naturaleza interna. Y de todos es sabido que las sociedades occidentales actuales tienen una alimentación básicamente “rajasica” y “tamasica”, de acuerdo a las “gunas “ descriptivas de las cualidades inherentes a las substancias. El escritor George Bernard Show comentaba: “los animales son nuestros amigos y yo no me como a mis amigos.
El tema de la alimentación vegetariana y la no violencia es recurrente en la mayoría de las grandes corrientes espirituales y religiosas:
“ Cuando un hombre se da cuenta de que la carne es el músculo descuartizado de una criatura debe abstenerse de comerlo”
Tirukural. 257
“ No debes utilizar el cuerpo que Dios te dio, para matar a criaturas de Dios, tanto si son humanas como animales”.
Yajur Veda Asmita. 12. 32
“Se recomienda a las personas que desean avanzar en el eterno sendero espiritual que dejen atrás toda violencia hacia otras entidades vivientes, de cuerpo, palabra o pensamiento. No hay religión superior a esta”.
Srimad Bhagavatam. 7 . 15. 8
“ Y no deberás comer ningún tipo de sangre, sea de ave o de bestia, en ninguna de tus moradas”.
Levítico 7.23-27
Se puede profundizar en el tema del vegetarianismo y la no violencia en la excelente obra de Steven Rosen; “ Alimento para el espíritu; vegetarianismo y religiones del mundo”. Ed. Bala Books. New York, 1987.
[10] En 1990, cinco millones de seres humanos estaban participando como combatientes en treinta y seis conflictos alrededor del mundo.
[11] “Aquellos que maten a los animales sin remordimiento, serán devorados por esos animales en su siguiente nacimiento”
Bhagavata.
[12] El Art. 51 A ( g ) de la Constitución de la India impone sobre todo ciudadano el deber fundamental de mostrar compasión hacía todas las criaturas vivientes. Mohandas Gandhi ( 1869-1948) decía : “ El Ahimsa no es la cosa tosca que se ha hecho aparecer. No cabe duda que el no dañar a nada vivo es una parte de Ahimsa; pero es una expresión menor. Todos y cada uno de los malos pensamientos, la prisa indebida, el mentir, el odiar, el desearle mal a alguien, son cosas que violan el principio de Ahimsa. Y también lo viola el retener lo que el mundo necesita”. ( Fromm Yevavda Mandir, 1945 ).